Señor Secretario General;
Señor Presidente:
Una epidemia global ha cambiado drásticamente la vida cotidiana, de un día para otro se contagian millones y mueren miles de personas cuya esperanza de vida era superior gracias al desarrollo. Sistemas hospitalarios de alto nivel de prestaciones han colapsado, y las estructuras de salud de países pobres sufren de su incapacidad crónica. Drásticas cuarentenas convierten en virtuales páramos a las ciudades más populosas. La vida social no existe fuera de las redes digitales; teatros, discotecas, galerías e incluso escuelas son clausurados o redimensionados.
Nuestras fronteras se han cerrado; nuestras economías se contraen; nuestras reservas se agotan.
La vida sufre un radical rediseño de costumbres ancestrales y la incertidumbre desplaza a la certeza; hasta los mejores amigos se desconocen bajo las mascarillas que nos salvan del contagio. Todo cambia.
Tanto como la solución a la pandemia, urge ya la democratización de esta indispensable organización para que responda de manera efectiva a las necesidades y aspiraciones de todos los pueblos.
El anhelado derecho de la humanidad a vivir en paz y seguridad, con justicia y libertad, base de la unión de las naciones, es constantemente amenazado.
Más de 1,9 billones de dólares se dilapidan hoy en una insensata carrera armamentista, sustentada en la política agresiva y guerrerista del imperio, cuyo máximo exponente es el actual Gobierno de Estados Unidos, responsable del 38 % del gasto militar global. Hablamos de un régimen marcadamente agresivo y moralmente corrupto, que desprecia y ataca al multilateralismo, emplea el chantaje financiero en su relación con las agencias del sistema de las Naciones Unidas y con una prepotencia nunca antes vista se retira de la Organización Mundial de la Salud, de la Unesco y del Consejo de Derechos Humanos.
Paradójicamente, el país que aloja la sede de la ONU también se aparta de tratados internacionales fundamentales como el Acuerdo de París sobre Cambio Climático, repudia el consensuado Acuerdo nuclear con Irán, impulsa guerras comerciales, pone fin a su compromiso con instrumentos internacionales de control en la esfera del desarme, militariza el ciberespacio, multiplica la coerción y las sanciones unilaterales contra aquellos que no se pliegan a sus designios, y patrocina el derrocamiento por la fuerza de gobiernos soberanos mediante métodos de guerra no convencionales.
En esa línea de comportamiento, divorciado de los viejos principios de la coexistencia pacífica y del respeto al derecho ajeno a la autodeterminación como garante de la paz, el Gobierno presidido por Donald Trump además manipula con fines subversivos la cooperación en el ámbito de la democracia y los derechos humanos, mientras en su propio territorio proliferan prácticamente sin control las expresiones de odio, racismo, brutalidad policial y las irregularidades del sistema electoral y el derecho al voto de los ciudadanos.
¡Urge reformar las Naciones Unidas! Esta poderosa organización que emergió del millonario costo de vidas de dos guerras mundiales y como resultado de la comprensión universal de la importancia del diálogo, la negociación, la cooperación y la legalidad internacional no puede demorar más su actualización y su democratización. El mundo actual necesita tanto de la ONU como aquel en el cual nació.
Algo muy especial y profundo ha fallado cuando se asiste de modo cotidiano y permanente a la violación de los principios de la Carta de la ONU y cuando es cada vez más frecuente el uso o la amenaza del uso de la fuerza en las relaciones internacionales.
No hay modo de sostener por más tiempo como algo natural e inamovible un orden internacional desigual, injusto y antidemocrático, que antepone el egoísmo a la solidaridad y los intereses mezquinos de una minoría poderosa, a las legítimas aspiraciones de millones de personas.
A pesar de las insatisfacciones y la demanda de transformación que junto a otros Estados y a millones de ciudadanos del mundo pedimos a las Naciones Unidas, la Revolución Cubana defenderá siempre la existencia del organismo al que debemos el poco pero imprescindible multilateralismo que sobrevive a la prepotencia imperial.
Más de una vez, ante este mismo foro, Cuba ha reiterado su voluntad de cooperar con la democratización de la ONU y con la defensa de la cooperación internacional que solo ella puede salvar.
Como dijo el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, General de Ejército Raúl Castro Ruz: “Podrá contar siempre la comunidad internacional con la sincera voz de Cuba frente a la injusticia, la desigualdad, el subdesarrollo, la discriminación y la manipulación; y por el establecimiento de un orden internacional más justo y equitativo, en cuyo centro se ubique, realmente, el ser humano, su dignidad y bienestar.”
Señor Presidente:
Retomando la gravedad del momento actual que muchos atribuyen únicamente a la pandemia de la COVID-19, considero fundamental advertir que su impacto rebasa con creces el ámbito sanitario. Por sus nefastas secuelas, la impresionante cantidad de muertes, el daño a la economía mundial y el deterioro de los niveles de desarrollo social, la expansión de la epidemia en los últimos meses angustia y desespera a líderes y ciudadanos de prácticamente todas las naciones; pero la crisis multidimensional que ha desatado demuestra claramente el profundo error de las políticas deshumanizadas impuestas a ultranza por la dictadura del mercado.
Hoy somos dolorosos testigos del desastre al que ha conducido al mundo el sistema irracional e insostenible de producción y consumo del capitalismo. Décadas de un injusto orden internacional y de aplicación de un crudo y desenfrenado neoliberalismo que ha agravado las desigualdades y sacrificado el derecho al desarrollo de los pueblos.
A diferencia del excluyente neoliberalismo que separa y desecha a millones de seres humanos condenándolos a sobrevivir con las sobras del banquete del 1 % más rico, el virus de la COVID-19 no discrimina entre unos y otros, pero sus desbastadores impactos económicos y sociales serán letales entre los más vulnerables, los de menos ingresos, lo mismo en el mundo subdesarrollado que en los bolsones de pobreza de las grandes urbes industrializadas.
Según proyecciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, a los 690 millones de personas que pasaban hambre en el 2019 podrían sumarse 130 millones como consecuencia de la recesión económica causada por la pandemia.
Estudios de la Organización Internacional del Trabajo afirman que se han perdido más de 305 millones de empleos y que más de 1 600 millones de trabajadores ven amenazados sus medios de subsistencia.
No podemos enfrentar la COVID-19, el hambre, el desempleo y la creciente desigualdad económica y social entre individuos y entre países como fenómenos independientes. Urge implementar políticas integrales en las que el ser humano sea la prioridad y no las ganancias económicas o las ventajas políticas. Sería criminal dejar para mañana decisiones de ayer y de hoy, es un imperativo impulsar la solidaridad y la cooperación internacional para amortiguar el golpe.
Solo las Naciones Unidas con su membresía universal tiene la autoridad y el alcance necesarios para retomar la justa pelea por eliminar la impagable deuda externa que, agravada por los efectos socioeconómicos de la pandemia, atenta contra la sobrevivencia de los pueblos del sur.
Señor Presidente:
La aparición del Sars-CoV-2 y los primeros indicios de que amenazaba con provocar una pandemia no tomaron a Cuba desprevenida. Con la experiencia de décadas de enfrentamiento a epidemias terribles, algunas de ellas deliberadamente introducidas como parte de la guerra permanente contra nuestro proyecto político, se pusieron en práctica de manera inmediata un grupo de medidas sustentadas en nuestras capacidades y fortalezas fundamentales; un Estado socialista organizado, responsable de velar por la salud de sus ciudadanos, con capital humano altamente calificado, y una sociedad con elevado grado de participación popular en la adopción de decisiones y en la solución de sus problemas.
La aplicación de esas medidas, junto al conocimiento acumulado en más de 60 años de ingentes esfuerzos para crear y fortalecer un Sistema de Salud de calidad y alcance universal, así como a la investigación y el desarrollo científicos, ha permitido no solo preservar el derecho a la salud de todos los ciudadanos sin excepción, sino enfrentar la pandemia en mejores condiciones.
Lo hemos logrado pese a las duras restricciones del prolongado bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el Gobierno de Estados Unidos, recrudecido brutalmente en los dos últimos años, incluso en tiempos de pandemia, como prueba de que ese es el componente esencial de su política de hostilidad hacia Cuba.
La agresividad del bloqueo ha escalado a un nivel cualitativamente nuevo, que refuerza su condición de impedimento real y determinante para el manejo de la economía y el desarrollo de nuestro país.
El Gobierno estadounidense ha intensificado especialmente la persecución de las transacciones financieras de Cuba y desde 2019 adopta medidas violatorias al Derecho Internacional para privar al pueblo cubano de la posibilidad de adquirir el combustible que requiere en su quehacer cotidiano y para su desarrollo.
Con el fin de dañar y demonizar a la Revolución Cubana y a otros que califica como adversarios, Estados Unidos publica listas espurias, carentes de legitimidad con las que se arroga el derecho de imponer al mundo medidas coercitivas unilaterales y calificaciones infundadas.
No pasa una semana sin que ese Gobierno emita declaraciones contra Cuba o imponga nuevas restricciones. Sin embargo, resulta paradójico que se haya rehusado a calificar como terrorista el ataque perpetrado contra la Embajada de Cuba en Washington el 30 de abril de 2020, cuando un individuo armado con un fusil de asalto disparó más de treinta cartuchos contra la sede diplomática y confesó después su intención de matar.
Denunciamos la doble moral del Gobierno estadounidense en la lucha contra el terrorismo, y exigimos que se condene públicamente este brutal ataque.
Reclamamos que cesen la hostilidad y la campaña difamatoria contra la labor altruista de la cooperación médica internacional de Cuba, que con elevado prestigio y resultados verificables ha contribuido a salvar cientos de vidas y a reducir el impacto de la enfermedad en diversas latitudes.
Personalidades internacionales y organizaciones sociales de notable prestigio han reconocido la labor humanista desplegada por la brigada internacional médica especializada en situaciones de desastre y graves epidemias Henry Reeve, abogando porque le sea concedido el premio Nobel de la Paz.
Mientras, el Gobierno de Estados Unidos ignora el llamado a aunar esfuerzos en el combate a la pandemia, y se retira de la OMS.
Cuba, en respuesta a solicitudes recibidas y guiadas por la profunda vocación solidaria y humanista de su pueblo, refuerza su cooperación con el envío de más de 3 700 colaboradores organizados en 46 brigadas médicas, a 39 países y territorios afectados por la COVID-19.
En este sentido, condenamos el chantaje gansteril con el que Estados Unidos ha presionado a la Organización Panamericana de la Salud con el propósito de utilizar ese organismo regional como instrumento de su enfermiza agresión contra nuestro país.
Siempre la fuerza de la verdad echará por tierra las mentiras, y la historia colocará los hechos y a los protagonistas en su lugar. El ejemplo de Cuba prevalecerá.
Nuestros consagrados trabajadores de la Salud, orgullo de una nación formada en el ideario martiano de que Patria es Humanidad, recibirán o no el premio que merece su nobleza; pero hace años que ganaron el reconocimiento de los pueblos bendecidos por su labor sanitaria.
El Gobierno de Estados Unidos no oculta su intención de aplicar nuevas y más duras medidas agresivas contra Cuba en los próximos meses.
Declaramos una vez más, ante la comunidad internacional, que nuestro pueblo orgulloso de su historia y comprometido con los ideales y la obra de la Revolución sabrá resistir y vencer.
Señor Presidente:
Las pretensiones de imponer la dominación neocolonial a nuestra América declarando públicamente la vigencia de la Doctrina Monroe contraviene la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz.
Queremos ratificar públicamente, en este escenario virtual, que la República Bolivariana de Venezuela contará siempre con la solidaridad de Cuba frente a los intentos de desestabilizar y subvertir el ordenamiento constitucional y la unión cívico militar, y de destruir la obra iniciada por el Comandante Hugo Chávez Frías y continuada por el Presidente Nicolás Maduro Moros a favor del pueblo venezolano.
Rechazamos también las acciones de Estados Unidos dirigidas a desestabilizar a la República de Nicaragua, y corroboramos la invariable solidaridad con su pueblo y Gobierno liderados por el Comandante Daniel Ortega.
Nos solidarizamos con las naciones del Caribe que exigen justas reparaciones por los horrores de la esclavitud y la trata de esclavos, en un mundo en el que la discriminación racial y la represión de las comunidades afrodescendientes han ido en ascenso.
Reafirmamos nuestro compromiso histórico con la libre determinación y la independencia del hermano pueblo de Puerto Rico.
Apoyamos el legítimo reclamo de soberanía argentina sobre las islas Malvinas, Sándwich del Sur y Georgias del Sur.
Reiteramos el compromiso con la paz en Colombia y la convicción de que el diálogo entre las partes es la vía para alcanzar una paz estable y duradera en ese país.
Apoyamos la búsqueda de una solución pacífica y negociada a la situación impuesta a Siria, sin injerencia externa y con pleno respeto a su soberanía e integridad territorial.
Demandamos una solución justa al conflicto del Medio Oriente, que pasa por el ejercicio real del derecho inalienable del pueblo palestino a construir su propio Estado dentro de las fronteras anteriores a 1967 y con su capital en Jerusalén Oriental. Rechazamos los intentos de Israel de anexar nuevos territorios de Cisjordania.
Expresamos nuestra solidaridad con la República Islámica de Irán ante la escalada agresiva de los Estados Unidos.
Reafirmamos nuestra invariable solidaridad con el pueblo saharaui.
Condenamos enérgicamente las sanciones unilaterales e injustas contra la República Popular Democrática de Corea.
Ratificamos nuestro rechazo a la intención de extender la presencia de la OTAN hasta las fronteras de Rusia y a la imposición de sanciones unilaterales e injustas contra esa nación.
Rechazamos la intromisión extranjera en los asuntos internos de la República de Belarús, y reiteramos nuestra solidaridad con el presidente legítimo de ese país, Alexander Lukashenko, y el hermano pueblo bielorruso.
Condenamos la injerencia en los asuntos internos de la República Popular China, y nos oponemos a cualquier intento de lesionar su integridad territorial y su soberanía.
Señor Presidente:
Las preocupantes circunstancias actuales han hecho que por primera vez, en los 75 años de historia de la Organización de las Naciones Unidas, nos veamos obligados a reunirnos de modo no presencial.
La comunidad científica de Cuba, otro orgullo de la nación que desde el triunfo de la Revolución de los justos anunció al mundo su propósito de convertirse en un país de hombres y mujeres de ciencia, trabaja sin descanso en una de las primeras vacunas que están en fase de ensayo clínico en el mundo. Sus creadores y otros investigadores y estudiosos, articulados con el Sistema de Salud, desarrollan protocolos de atención a las personas contagiadas, a las recuperadas y a la población de riesgo, que nos han permitido mantener las estadísticas de la epidemia en torno al 80 % de personas contagiadas-salvadas y un índice de letalidad por debajo de la media continental y mundial.
“Médicos y no bombas” anunció un día el líder histórico de la Revolución Cubana y principal promotor del desarrollo de las ciencias en Cuba, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
Esa es nuestra divisa: salvar vidas y compartir lo que somos y tenemos al precio de cualquier sacrificio. Es lo que brindamos al mundo desde las Naciones Unidas, a la que solo le pedimos un cambio a tono con la gravedad del momento.
¡Somos Cuba!
¡Luchemos juntos por la promoción de la paz, la solidaridad y el desarrollo!
Muchas gracias.