Parecería imposible que una sola persona pudiera merecer tantas órdenes, medallas, distinciones, sellos y otros lauros como los que, con celo infinito, atesora Caridad en su modesta morada de San José de las Lajas, lugar donde reside hace 63 años, en la capital de la provincia de Mayabeque.
Orden Lázaro Peña en sus tres categorías; medallas Jesús Menéndez, Hazaña Laboral, Combatiente de la Producción y la Defensa; las distinciones 23 de Agosto, 28 de Septiembre, Servicio Distinguido de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y la Distinción Emilio Bárcenas Pier, que otorga el Sindicato Nacional de Trabajadores Civiles de la Defensa; Vanguardia de las FAR por 16 años, y trabajadora Vanguardia Nacional, en 24 oportunidades, son algunos de sus reconocimientos.
Aunque en su impronta de mujer humilde sobresale el creciente deseo de esforzarse cada vez más, mi entrevistada no aparenta, en su fisonomía o hablar, nada que la distinga respecto a sus compañeros. Incluso no se considera merecedora del Título de Heroína del Trabajo de la República, entregado en ceremonia solemne, en abril, por el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
Ese día, Caridad, la sencilla jefa de la cocina comedor y de aseguramiento logístico de la Unidad 2100 de las FAR, en Mayabeque, lució su mejor manera y un elegante atuendo.
“Yo estaba apenada, casi temblaba”, asegura meses después del momento sublime en que recibió el más alto reconocimiento a que puede aspirar un trabajador del país. “Pero ese honor me sobrepasa, no tengo dudas”.
Siempre en las FAR
Caridad pertenece al Sindicato Nacional de Trabajadores Civiles de la Defensa desde octubre de 1979. “Yo había terminado mi Secundaria Básica y la Unión de Jóvenes Comunistas hizo un llamado para el Instituto Tecnológico de Especialidades de las FAR. Me matriculé, y al concluir dos años de estudios, comencé en la Empresa Militar Industrial Liberación, en el taller, donde preparábamos el armamento de infantería, ya fuera ametralladoras, pistolas u otro tipo de armas”.
A los dos años fue trasladada para la sección política de otra unidad militar, como bibliotecaria, en la que, además, dirigió el buró sindical. “Ese fue mi primer acercamiento al trabajo sindical; ahora, como tengo cargo administrativo, no puedo ocupar ninguna responsabilidad en el sindicato, aunque soy la secretaria del Partido en lo que llamamos Unidad de Aseguramiento Logístico”, dice.
“Un buen día del año 1985 —agrega— el entonces jefe de la unidad militar, compañero Álvaro López Miera, hoy ministro de las FAR, me convenció para que yo trabajara en lo concerniente a la alimentación del personal, es decir, que atendiera la cocina, los comedores. Soy responsable de los servicios de alimentación y de la higiene”, subraya complacida.
“Mi trabajo no es rimbombante, pero me trae muchas alegrías. Quizás por eso me gusta, pues me satisface que la gente se sienta bien. Esa es nuestra razón de ser, que los soldados, los reclutas, todos, se sientan bien. Dirijo a 27 compañeros, la mayor parte mujeres, y cocinamos para casi 400 personas.
“No, no me agobia el hecho de que al llegar a la casa tenga que continuar en trajines similares. Tengo apoyo, pues a mi esposo le agrada la cocina. Claro, también allí soy militar, pero con mucho respeto. Es que me gusta la organización, el orden, la disciplina. Eso lo aprendí de las FAR”, asegura.
Un día en la vida de Caridad
“Todos los días me levanto pasaditas las cuatro de la madrugada y a las 5:30 a.m. ya mi gente está en la cocina, preparando el desayuno para todo el personal de la Unidad. Habitualmente, terminamos después de las siete de la noche. Son más de 12 horas de labor junto a mi colectivo, aunque en las últimas etapas permanezco aquí menos tiempo, porque mi esposo y mi mamá están enfermos y debo atenderlos”.
Como trabajadora Vanguardia y Heroína del Trabajo, Caridad se siente reconocida. “Realmente me estimulan mucho, tanto el sindicato, como la jefatura de la Unidad, la Región Militar y mi municipio. Cuando los trabajadores destacados iban a los hoteles de manera gratuita, yo estuve en Varadero, el Riviera, en el Capri y hubo un año en que gané un televisor”, recuerda.
Feliz coincidencia
Caridad tiene un mismo apellido que se repite: Valdés Valdés. “Pero hay más, papá se llamaba Manuel Valdés Valdés y mamá Catalina Valdés Jiménez y no tuvieron nada que ver con la famosa Casa de Beneficencia, donde todos los niños llevaban ese apellido”, indica.
Por 45 años ha laborado en las FAR y siempre en San José de las Lajas. Entonces, ¿mayabequense o lajera? No duda: “lajera”, responde.
“Pienso que un Héroe o Heroína del Trabajo tiene que sentir amor, mucho amor por la labor que desempeña, ser honestos, con mucho sentido de pertenencia. Pero si no se acompaña de un buen colectivo, los resultados no serían los mejores. Yo sola no podría”.
Algo me llamó la atención: la higiene, lo ordenado de cada uno de los tres comedores de la Unidad. “Siempre se mantienen así. Cuando usted quiera vuelva, pero no avise. Segurito que así mismo los encontrará”, concluye. (Tomado de Periódico Trabajadores) (rda)