En el mes de la primavera Madruga celebra sus 222 años como muestra de florescencia y verdor. La fundación se inscribe en el proceso doloroso y cruento de la lucha independentista, por ello la Loma de la Gloria se registra como punto más alto de la comarca, sitio que honra a los mambises y desde el cual se contempla la ciudad, que aún al pasar de los años, luce joven y hermosa.
Pero Madruga no nació como otras ciudades al conjuro de los besos de ola, ni como anuncio del puerto de las naves del quehacer. Su fundación se debe a las aguas minero medicinales y a la producción cañera. Hay un claro simbolismo en ese acto tierra adentro, en una época de inequívoca cosecha, aún en florecimiento.
Su nombre certifica la voluntad de levantarse al amanecer. Desde el central Boris Luis Santa Coloma se percibe el dulce sabor de la identidad como valor constitutivo de lo cubano. Los hombres y mujeres que allí laboran transforman el aroma de la caña en zafras azucareras, amén de contratiempos.
Pero Madruga es un pueblo de historia, tradición y cultura. Aún se destaca en titulares la entrada de Fidel en la Caravana de la Libertad, por estos lares, junto a los jóvenes rebeldes. El hecho se consigna como uno de los acontecimientos trascendentales de la historia.
Cada año La Palmita acoge a madrugueros de todas las edades, quienes se congregan, tal como lo hicieron aquellos primeros días del mes de enero del glorioso 1959. La misma gente amorosa, hospitalaria y trabajadora que en sentido inverso de la caravana, mostró su dolor y agradecimiento eterno al líder de la revolución en su paso hacia la eternidad.
La religión afrocubana es otro componente esencial en esta comarca. De Rigoberto Rodríguez se heredó un santuario, hoy devenido Palacio de los Orishas. Este hijo de Madruga se reconoce como el primer babalosha que tuvo el pueblo y el primero que introdujo los tambores batá y las ceremonias de iniciación en la religión yoruba Lucumí. Para los creyentes y no creyentes, está a buen resguardo en este lugar, un archivo documental para enriquecer la historia local y de todo el país.
Si recorre las calles de este poblado escuchará los acordes musicales del danzón. La vida madruguera se transpone en música gracias al talento de José Urfé González. Sus piezas recrean la savia de su gente y el campo, sitio que acoge los más puros sentimientos. “Fefita” se inmortalizó en letras, en partituras. La hermosa mestiza que buscaba sanidad en el Balneario La Paila, se transpone en la más bella forma de lo bello, como lo significó el apóstol de Cuba, gracias al talento de uno de los mejores compositores e instrumentistas de la nación.
Madruga supone un patrimonio físico e intangible para la tarea permanente de descubrir, de cultivar, de anunciar lo cubano. Toda la síntesis numerosa de la Patria, hizo un hogar en sus calles, en sus casas, en el alma de sus descendencias.
A 222 años, se hace necesario regresar una y otra vez a este pueblo. En la proyección de la provincia, Madruga es un relicario de intercambio identitario de varias generaciones.
Sus instituciones educativas, su parque, la glorieta, muestran su historia, sus costumbres, la inspiración. Este 5 de mayo Madruga celebró su 222 aniversario. En su escudo se destaca la plenitud de la ciudad, la virtud de sus hijos. (rda)