Desde que él se marchó, no me gusta la fecha. Los mensajes alusivos a la celebración, el ambiento festivo en muchos casos o de añoranza por el abrazo fuerte que ya no está, me hacen difíciles las jornadas cercanas
? ni hablar la del domingo y si por casualidad escucho al Benny con su canto trepidante y único, su preferido, mis emociones se desatan y entonces lo lloro como aquella inolvidable mañana de enero en la que se fue a un lugar mejor según quería él, lo sé porque conocía muy bien su alma y su sufrimiento, pero tristemente nos faltó la despedida física, el abrazo que no me dio tiempo a darle.
Y eso me duele, la aparente dureza que lo caracterizaba, su severidad intransigente ante la que no cedía, tal vez por miedo a que nosotros la confundiéramos con debilidad y desviara la rectitud de nuestros caminos, paralizó siempre la muestra de cariño que pugnaba por salir como corcel desbocado del pecho pero que contuve siempre y al final quedó en espera para seguir ahí suscitando desde entonces esa lacerante añoranza y la inconformidad triste por lo que pude hacer y que postergué, una y otra vez sin tener en cuenta lo que todos sabemos ?! la vida es demasiado breve!
Mañana será el Día de los Padres y junto al sentimiento por el mío , por lo que pudo ser, por lo que callé, por el dolor de mis brazos huérfanos de ese pendiente abrazo, pido uno muy grande para aquellos que el confinamiento fue una oportunidad para estar más tiempo con sus hijos, para aquellos otros con la misión de traer a casa el sustento diario.
Uno muy grande para los ángeles de batas blancas que aún siguen luchando para que los sueños de sus hijos tengan futuro y muy especialmente para los que la oscuridad de la pandemia les impidió el disfrute de este tercer domingo de junio el que tendremos que celebrar una vez más desde la tranquilidad de nuestros hogares, único lugar seguro ante la avalancha de contagios, único sitio garante de que podamos tener muchos, muchos abrazos todos los días de los padres y todos los que quedan por venir. (BSH)
