Osiris: el arte del magisterio

Regresar este primero de septiembre a la escuela Enrique Hart Dávalos en San José de las Lajas, Mayabeque, y no encontrar a la profesora y subdirectora por más de dos décadas de esa institución educacional, Osiris Díaz Martínez, fue como recibir una bofetada del viento, el golpe brusco de una ola, el humo en zig zag de una vela que se ha despedido de su luz.

Sin embargo, no pude pensar en sepia, no me lo permitió la plazoleta desbordada de niños con sus padres, tíos y abuelos en un nuevo curso escolar  que definitivamente florecía, sin estar ella presente y pese a tantas tempestades y sequías.

En medio del revuelo de tantas emociones, a Osiris se le echó de menos y mucho. Todo ocurrió como de costumbre y aparentemente la vida escolar continuaba indetenible su paso. Pero algo había cambiado. La nostalgia, con su halo misterioso, se apoderaba de los pasillos, las aulas, los jardines, la bandera y las miradas que buscaban en vano la alegría y el entusiasmo incurable de Osiris.

¿Dónde estaba la profe? Luego de entregarse durante tanto tiempo a la docencia y la dirección hasta el punto de volverse  faro, pañuelo, libro y sol, Osiris hace un alto en el camino y abandona con un nudo en el alma el lugar donde ha sido  inmensamente feliz.

Se notaba su falta en el acto. Yo pensaba en la amenidad de sus clases de Biología o de cualquier otra materia, en su destreza para conducir una reunión, un acto, una actividad cultural y en ese don especial  que le permitía sacar lo mejor de la adolescencia, de los maestros y de las familias, atributos que la han convertido en un paradigma de la Educación en Mayabeque news.

No sé qué tiene la profe Osiris, pero cuando hablaba con nosotros, los padres, terminaba convenciéndonos de que todo estaba bien, de que la vida es muy bella, así mismo con millones de apagones y problemas. Nos hizo creer que si estábamos decididos podíamos, junto a nuestros hijos, alcanzar las estrellas. Es que ella es eso: una reparadora de sueños, como los duendes de Silvio, como el hada de Cenicienta.

Esa rara virtud la acompaña desde niña, cuando decidió que sería maestra y también actriz. Recuerda su infancia como un torbellino de cosas buenas. Siempre estaba en todo, obras de teatro, concursos, matutinos, actividades deportivas.  Cuando comenzó la carrera en la Universidad de Ciencias  Pedagógicas Enrique José Varona y ya se había conformado con el hecho  de que la actuación era algo inalcanzable, una gran actriz cubana que la vio desempeñarse en su rol artístico, le dejó esta lección que se tradujo en su luz y su consuelo: “para dar clases también hay que actuar.”

Y así ha pasado la vida esta docente-artista, interpretando desde la escuela disímiles papeles: maestra, madre, tía, psicóloga, enfermera, líder, amiga, compañera.

Hoy, Osiris no está en Enrique Hart y detrás de su motivo asoma la extraordinaria calidad humana de una mujer que a los 55 años de edad tiene todavía un mar de cosas buenas que entregar:  “Amo lo que hago, amo la escuela y los niños son mi vida, pero tengo que cuidar a mi mamá y tengo que hacerlo bien, como ella se merece. Pero Enrique Hart tiene una historia y un legado. Tenemos allí muchas personas valiosas y está Cristina, la directora, que es insustituible.”

En esos argumentos y en su inmensa humildad, se refugia esta pedagoga que no se despide, porque eso significaría rendirse y tal palabra nunca encontró espacio en su diccionario ni en su vida.

Su escuela descorrió el telón del curso número 52 sin ella, pero Osiris sabe que su entusiasmo, además de incurable, es muy travieso y sigue aleteando por allí. (rda)

Marlene Caboverde Caballero