Algunos creen que los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) han perdido razón de ser, que son un rezago de otra época, que resultan anacrónicos ante los desafíos de la contemporaneidad. Pero la realidad demuestra que en los tiempos que corren esa organización, de fuerte arraigo popular, no solo resulta necesaria, sino que es esencial para la consolidación de los consensos imprescindibles en una sociedad que cambia y que tiene que asumir complejos retos.
La defensa de la Revolución no es simplemente una construcción retórica. Si se asume la Revolución como proceso dialéctico, como opción de grandes mayorías, como garantía de dignidad y posibilidad de progreso… la defensa de esa idea debe ser responsabilidad en primer lugar de la ciudadanía, del pueblo. Una organización integradora, que represente los intereses de esa mayoría, debe articularse desde la base y constituirse en espacio esencialmente democrático, participativo, funcional…
Si la Revolución la hace el pueblo, el pueblo será siempre su principal defensor. Y eso va más allá de simples lemas y consignas. Ese el cometido de los CDR. Tiene que ser fuerza movilizadora siempre.
Es importante desterrar retóricas vacías, formalismos estériles. Hay que crear y defender agendas que tengan que ver con las demandas y las justas aspiraciones de la ciudadanía, justamente en los barrios y comunidades, que son ahora mismo el principal escenario del debate público en Cuba.
En los barrios se decide el destino de la Revolución. Los CDR no están solo para cobrar cotizaciones y organizar trabajos voluntarios. Tienen que ser espacio de confluencia y fuente de iniciativas que incidan en el mejoramiento de la calidad de vida de los vecindarios. Tienen que ser contraparte creativa de la institucionalidad. No deben asumir el rol de los gobiernos locales: deben ser plataforma ciudadana ante las autoridades. No en vano son la mayor organización de masas del país.
En las actuales circunstancias, ante el impacto de la pandemia y el recrudecimiento de la guerra no convencional contra la Revolución y su capital simbólico, los CDR tienen que afianzarse en las esencias y actualizar constantemente estrategias y concepciones. Marchar con los tiempos.
Hay acciones que han contado con la activa participación, con la colaboración decisiva de los CDR: la campaña de vacunación, los esquemas de distribución de alimentos y otros bienes de primera necesidad, la solución de problemas puntuales en la comunidad sin necesidad de esperar por decisiones «de arriba»…
Mucho se está haciendo en barrios que acumulaban problemas objetivos y subjetivos por años. En algunos los CDR eran simple formalidad, hoy son actores del cambio. El actual coordinador nacional de la organización, el Héroe de la República Gerardo Hernández Nordelo, ha insistido en la necesidad de profundizar el diálogo con la ciudadanía, para diversificar las acciones e incidir mucho más en las rutinas de las comunidades. Tiene que ser un empeño colectivo y a los CDR les corresponde consolidar alianzas.
Para eso y por eso hay que estar en el barrio, hay que estar con la gente. El momento es complejo, el único camino es la unidad. (YDG)
Redacción Digital
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