Llega el 2022 y con ello la costumbre adquirida de mirar atrás. Hay quien dice que el 2021 fue solo el hermano pequeño del `20. ¿Cómo no entenderlos? Hace exactamente 12 meses, el nuevo año se nos presentaba como la esperanza frente a la incertidumbre que supuso que el mundo entero enfrentara una enfermedad casi desconocida. Pero en realidad el 2021 empezaría poniéndonos retos incluso más difíciles que el anterior.

Cuba no solo se enfrentó a una nueva variante del virus, por el que han fallecido más de cinco millones de personas en todo el orbe, sino que sumó cada día nuevas adversidades. Una situación epidemiológica compleja, un turismo paralizado, una economía dañada por el impacto global de la pandemia y el recrudecimiento de un bloqueo que no acaba. 

Y entre todo ello… hubo que resistir. De lo complejo nacieron concentradores de oxígeno portátiles, soluciones de las impresoras 3D, estudiantes y profesores que cambiaron escuelas por batas en zonas rojas y centros de aislamiento, choferes que trasladaron de madrugada pruebas PCR, tanques de oxígeno y vacunas.

Hubo campeones olímpicos sin prácticamente entrenar. Un año en que Mijaín hizo leyenda con su cuarto título olímpico y fue el mejor de América.

En fin, resistencia. Como dijo Miguel Díaz-Canel hace unos días en la Asamblea Nacional: “en esta Cuba siempre será posible hasta lo imposible”.

Y lo fue. Más del 86% de los cubanos están vacunados completamente contra la covid-19 y más de un millón ya cuenta con su dosis de refuerzo, en un mundo en el que cada día hay más positivos a este virus y existe más desigualdad en el reparto de las vacunas que salvan vidas. 

Cuba tuvo científicos que se quedaron noches en vela, que no acostaron a sus hijos, que no durmieron en casa, y que hicieron tres vacunas y dos candidatos vacunales contra la covid-19.

Al lado de ellos hubo ingenieros, técnicos, químicos y profesores, que pensaron, llenaron bulbos, enfermeras que vacunaron, etc. Y mucho personal de la salud que tendió manos cuando era difícil incluso ver la luz. 

Y eso, así de simple y complejo, fácil de escribir y ver, pero difícil de interiorizar, es lo que nos deja el 2021. Un año donde aprendimos que las cosas pueden ponerse peor, pero que siempre encontraremos el modo de salir, entre todos. 

Nos queda, para 2022, entender que la pandemia no ha acabado. Que hay responsabilidades que aprender y volver a entender. Que el egoísmo no nos llevará a ningún lado. El odio tampoco.

Nos queda tomar las oportunidades que surgen en todas las esferas de la sociedad y reinventarnos. Abrir puertas y dar paso a la creatividad. Acordarnos siempre de lo que perdimos, porque lo hicimos. Gente conocida y anónima. Acordarnos siempre de las sonrisas que nos dejaron los niños cuando volvieron a la escuela y de la alegría que puede dar un pinchazo en la piel. Acordarnos de lo que es capaz de hacer este rincón del mundo, cuando camina junto.(BSH)

Tomado de Cubadebate.

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