Cuentan los bisabuelos y abuelos de muchas familias cubanas hoy, que aquellos días fueron tremendamente aleccionadores, estremecedores, sin importar cuán lejos o cerca estuviesen involucrados en las acciones combativas directas que sobrevinieron a aquella declaración de Socialismo o Muerte.
Se trataba de noticias que aparecían, por momentos, por retazos, pero el movimiento en todo el país era de preparación, de unidad combativa, de saberse partícipes de un proceso que en poco más de dos años habían transformado una nación y aunque apenas empezaba verdaderamente la Revolución, se sabían responsables de defender, a costa de cualquier sacrificio, lo alcanzado porque sí estaban seguros qué querían para sus hijos y nietos.
“Quizás muchos no entendíamos aquello del socialismo y hasta un poco de temor sí se sentía por todo lo mal que se hablaba del comunismo, pero después de escuchar a Fidel en 23 y 12 teníamos ante sí el enorme reto de confiar, de creer en lo que nos decía y sobre todo, de no permitir que se pisoteara nuestra soberanía, muchos menos por los mismos yanquis que nos arrebataron la independencia en 1899”, diría mi abuelo en una conversación familiar tras recordar aquellas horas gloriosas de 1961 que por estos días revivimos.
Y ante una reflexión tan profunda de alguien que ya roza los 90 años y es, además, semianalfabeto en cuanto a nivel de escolaridad, me hace pensar una y otra vez cuán alejados estamos aún de imaginar, de sentir y sopesar en toda su magnitud la valentía, el altruismo y la entrega de quienes dejaron todo en aquellas jornadas para ir a la batalla por Cuba, que era la batalla por la supervivencia, por el derecho a ser libres, por la defensa del camino escogido.
Girón, entonces, no puede ni deberá quedarse nunca en anécdotas, documentos, hechos gloriosos que cuenten los abuelos y bisabuelos o los libros de historia, en lo que veamos una y otra vez en los medios de comunicación o intercambiemos en charlas familiares. Tiene que ser esencia viva de esta nación, estandarte de la capacidad de resistencia, del patriotismo y la dignidad humana.
Desde la sangre que escribió el nombre y ratificó al líder de todos y todas, hasta las milicianas que empuñaron las armas, los que estuvieron en primera línea en las arenas de Playa Girón, los que levantaron sus fusiles por el socialismo y después salieron al combate, hasta los que por tierra, aire y mar nos defendieron, las madres que no tuvieron de vuelta a sus hijos, la Nemesia que perdió sus zapaticos blancos y el certero tanque militar que asestó el golpe final, forjaron los destinos que nos han traído hasta aquí.
El camino posterior no fue fácil, quizás nunca lo sea, es imperfecto, lleno de obstáculos, desafíos y tropiezos, pero desde entonces supimos que nuestra posición de principios, nuestra decisión y la que necesariamente, deberá forjar los nuevos tiempos por venir, será la misma: una inmensa fe en la victoria, unidos, porque solo así no nos arrebatarán nunca ni la soberanía, ni el socialismo que defendimos en Girón.