Aniversario del natalicio de Antonio María Romeu.

La historia no lo precisa, pero puede imaginarse que como un milagro anunciador, las olas del mar estaban afinadas al romper, el 11 de septiembre de 1876, cuando nació Antonio María Romeu. Fue cerca del salitre, las piedras filosas y el azul inmenso, en Jibacoa, hoy Consejo Popular de la provincia Mayabeque.

Él crecería rápido, y su obra lo haría aún más vertiginosamente. Ocho años tenía cuando ya Joaquín Mariano Martínez, sacerdote, le enseñaba solfeo y teoría, de tal forma que a los diez estaba tocando en bailes.

A la agrupación danzonera de Leopoldo Cervantes llevó el piano, haciéndose creador de la orquesta llamada “charanga francesa”. Su arte era recurrente en los cafés, a los que el público acudía entusiasmado. Entre 1910-1920 formó su propia orquesta, con la cual grabó en tecnología acústica de la época.

Es considerado el mejor danzonero que haya escrito para la flauta de madera de cinco llaves, músico grande, de talento abarcador que le permitió salir del piano y “hacer maravillas”. Sin embargo, su sobrenombre no fue otro, “El Mago de las Teclas”, por su maestría en el piano, composición de más de quinientos temas, y apoyo a la consagración del danzón.

Para este género hizo arreglos a canciones criollas como Guarina de Garay, Me da miedo quererte, de Villalón, Mares y Arenas de Ruiz, de Mercedes de Corona y Perla Marina, de Garay. Sus premios fueron muchos, el más alto siempre la admiración y aceptación de todo un público.

Fuera de Cuba el éxito no dejó de ser el mismo, y la magistralidad repartida tocó más oídos y se abrió paso en la historia. Por eso, más de un siglo y medio después de su nacimiento, seguimos preguntándonos ¿estarían afinadas las olas aquel 11 de septiembre? (BSH)

Maria Amalia Pérez

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