Mucho de José Martí se comenta por estos días en Cuba y no solo porque es enero y el almanaque remite al 28.

Hace 168 años en la habanera calle de Paula se hablaba con bríos del Maestro, también hace casi un año ciertos clandestinos, que nunca lo son tantos, decidieron abrir un nuevo calendario salpicando con rojo de deshonra algunos de los bustos erigidos en homenaje al Apóstol en la capital del país.

Fue entonces, como se dice en Cuba, cuando saltamos todos, de un lado los que aman y fundan, del otro los que odian y destruyen.

Los cubanos dignos sabemos que en esa ocasión si se metieron con el más grande y con uñas y dientes salimos al galope, lo mismo izando bríos para cambios radicales que enarbolando su estirpe para resistencia y continuidad porque Martí, vital resorte de esta Revolución, es un poco de cada uno de nosotros y lo leemos desde nuestra visión del mundo.

Considero demasiada ingenua la actitud de quienes pretenden que llamando a actos violentos al pueblo de Cuba se concrete en los cambios que esperan sentados hace ya seis décadas y me parece más ingenuo aún que los que asumen la violencia como el camino utilicen en la arrancada nada menos que al Apóstol.

Un hombre que organizó una guerra, pero cuya figura aparece en nuestro imaginario separada de las balas y asociada a la idea del bien, la igualdad, la paz y la cultura.

Los hijos de Cuba tenemos muy arraigada la certeza de que José Martí es más que el 28 de enero, el 19 de mayo y el Héroe Nacional, ya que a él no cabe suscribirlo a tallas ni visiones.

José Martí fue un ser humano excepcional que nos enseñó que ?Honrar Honra?. (BSH)

Yainely Guerra

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