Proyecto del Código de las Familias.

La aprobación del Código de las Familias si se convierte en un hecho y apuesto a que sí, no es la meta sino punto de partida.

Comienza entonces lo más trascendente que la letra jurídica sea espíritu de la nación, que su abrazo protector y garante de todos los derechos para todas las personas sea la realidad de un país que ha crecido, ama y ha aprendido a respetar.

La ley por sí sola es importante, pero se necesita más y en la educación está la clave, porque lo que si es cierto es que el Proyecto del Código de las Familias, que está ahora en el debate popular es una radiografía de la sociedad cubana actual en materia de familia.

El mismo no crea modelos, menos incita o impone, sencillamente con sensatez y justeza reconoce los que ya existen y les da fuerza legal, protección y eso tiene que entenderse y aceptarse desde el respeto.

Familia y escuela vuelven a destacar porque son instituciones llamadas a contribuir a la cultura jurídica de todas y todos y a fomentar valores que enaltezcan al ser humano como la comprensión, la sensibilidad, la tolerancia y el reconocimiento a la diversidad.

Formar seres humanos de bien, amorosos, desprejuiciados, que vayan a las esencias y reconozcan el valor del afecto en las relaciones filiales.

Falta mucho por hacer y más si somos blanco directo y permanente del odio y los intentos por desunirnos, que no escatiman esfuerzos ni oportunidades por ese añejo enemigo que intenta poner este Proyecto de Código de las Familias como punta de lanza del gobierno revolucionario.

Estamos en presencia de un texto emancipador, justo, moderno y atemperado a nuestra realidad, el Código que nos merecemos los cubanos, ése que no quita, no discrimina, ni olvida, el que ampara, protege e incluye. (BSH)

Maria Amalia Pérez

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