El agua mojaba los papeles, también su cuerpo rebelde, de verde olivo. La lluvia, ausente por 54 días hizo presencia para unirse al alboroto de una comunidad, bendecida con la presencia de Fidel.

De guayabera y sombrero de yarey lo esperaron muchos aquel 5 de enero de 1969. Con la humildad y la emoción a cuestas escucharon y aclamaron el intenso discurso que dejó inaugurado un Policlínico y un seminternado de primaria en El Cangre, Güines.

Se abría al desarrollo una zona hasta ahora olvidada. Ya no tendrían los niños que caminar largas distancias, 15 escuelas dispersas se juntaban en una y el traslado era ahora seguro desde lo más recóndito, acababa aquí el retraso escolar.

“Bajo el agua no resulta muy práctico leer muchos datos” dijo, pero no se detuvo. A nadie le extrañó. Habló del hombre nuevo, como lo ideara el Che, de los 28 puntos que avanzó la educación en 10 años, de la nueva concepción sociopedagógica y de lo mucho por hacer.

“Aquí está el policlínico, añadió más adelante. Tiene un programa completo para la atención de salud” y se refirió al nuevo pueblo y al propósito de crear para su gente condiciones elementales de vida, vital para el futuro desarrollo agrícola.

El discurso se extendía y el agua, majadera, no cesaba. Le ofrecieron una sombrilla, pero la rechazó, aunque agradeció el gesto de su dueña, la madre del combatiente Tamara Bunke, quien también vino a compartir la alegría de los vecinos de esta comunidad de Mayabeque.

“Y por último, queríamos proponer para esta escuela un nombre. Está con nosotros la madre de un distinguido y heroico combatiente colombiano: la madre de Camilo Torres”.

El seminternado del Cangre llevaría su nombre. Aplausos prolongados y fue la aprobación. Acaba la tarde, la lluvia cesa, pero allí quedó, la huella eterna de Fidel. (LHS)

Nivia Palenzuela Páez

Periodista en Radio Mayabeque

Por Nivia Palenzuela Páez

Periodista en Radio Mayabeque

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