Último día de 1979, la gente en casa festeja, pero hay un coloso que no entiende de fin de año, exige caña. Lo saben bien los hombres del central Héctor Molina, de San Nicolás, que acuden conscientes a su reclamo.

De pronto, alguien grita, ahí está Fidel. Eran las 5:15 de la tarde, Gregorio, acostumbrado a laborar sin camisa, acude presuroso a colocársela, y todos corren al encuentro de lo imprevisto.

Comenzó el animado y espontáneo diálogo. Apenas esperada, fue una de las primeras interrogantes sobre el consumo de la salsa especiada de soya, producida en la fábrica fundada por él en esa localidad, el año anterior.

Así era Fidel, sorprendía siempre, así fue cuando Odilio hizo lo suyo ese día, para él, más inolvidable de los 80 que ya había vivido.

Conversaba con Fidel, al tiempo que fumaba su tabaco y de pronto suelta una idea, atrevida para muchos, “Comandante, a que usted no cambia el tabaco que se está fumando por este mío”. Fue Fidel quien tomó la iniciativa, al momento ya exhalaba el humo del tabaco del cincuentenario trabajador.

Compartió el adiós al año 1979 con la familia azucarera, como si se conocieran de toda la vida, a decir de un testigo. Después, otra vez al trabajo para una zafra mejor, ahora con nuevos bríos.

Una foto perpetúa el memorable encuentro, la huella eterna de Fidel en el central Héctor Molina, de San Nicolás, en Mayabeque. (LHS)

Nivia Palenzuela Páez

Periodista en Radio Mayabeque

Por Nivia Palenzuela Páez

Periodista en Radio Mayabeque

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