Que Putin y Biden se sienten frente a frente es un paso trascendental para enderezar el camino.

Moscú: Al presidente ruso, Vladimir Putin, y a su homólogo estadounidense, Joseph Biden, no les alcanzaría un año, incluso la vida, para ponerse de acuerdo sobre temas no resueltos que tendrán sobre la mesa mañana en Ginebra.

Les será muy difícil conciliar intereses en áreas tan calientes como las deterioradas relaciones bilaterales, la crisis diplomática, las acusaciones de espionaje y de injerencia en asuntos internos, los ataques informáticos o las sanciones más recientes.

A eso se suman las preocupaciones globales que van desde las tensiones militares, la estabilidad estratégica, la seguridad, o la solución de conflictos regionales como Medio Oriente, Siria, Afganistán, Belarús, Ucrania, entre algunos ejemplos.

Las brechas entre ambos rivales geopolíticos son muy profundas y sistémicas. Tienen que ver con la propia forma de afrontar la realidad y la visión sobre cuál es el papel que ocupan en la solución de los problemas internacionales.

Mientras Rusia apela al diálogo como política para la solución de conflictos, Estados Unidos declara sanciones unilaterales. Cuando Moscú habla de multilateralismo y apego a la Carta de Naciones Unidas, Washington interviene en los asuntos de otras naciones.

Por demás, los vínculos históricos siempre estuvieron cubiertos de desconfianza, competencias, ataques, sanciones, más las amenazas y fanfarronadas lanzadas hasta el día antes de la reunión. En realidad, Moscú y Washington nunca disfrutaron una Luna de Miel.

Nada de eso puede resolverse de la noche a la mañana en la acogedora y bella Villa La Grande, la mansión ginebrina del siglo XVIII con vista al lago Lemán, donde los mandatarios se estrecharán la mano y responderán con una sonrisa a las cámaras.

Pero como dijo Putin sobre la cumbre: Tenía que suceder tarde o temprano. Porque las cumbres rara vez son para felicitarse o darse un abrazo. Ese puede ser el final para el público. Detrás, o en el subsuelo, subyacen crisis y muchos males por resolver.

Sobran los ejemplos: lo mismo es el Cambio Climático, que ha provocado más de una, con pocos resultados, por cierto, la del Hábitat, con hileras de personas viviendo en las calles a la espera de sus resultados; o la de la Alimentación contra el hambre.

Así y todo, las cumbres se convocan; porque no queda más remedio que llamar a los responsables del orden mundial y ponerlos a dialogar cara a cara, para que se preocupen y busquen soluciones o se avergüencen por los males y la desigualdad que estrangula al mundo.

Putin y Biden van a enfrentarse en Ginebra porque no les queda otro remedio. Las relaciones bilaterales están en el peor momento desde los tiempos de la Guerra Fría y queda claro que ambos países deben encontrar la manera de estabilizar sus relaciones ante el peligro de una nueva carrera armamentista.

También tienen por delante puntos comunes para posibles alianzas: el combate a la Covid-19, el enfrentamiento al impacto del cambio climático, la cooperación en las investigaciones en el cosmos y en otras áreas que pueden ser de gran ayuda para todos los países.

“Sentémonos juntos, hablemos, busquemos soluciones, busquemos compromisos aceptables para todas las partes; así es como se logra la estabilidad. No se puede lograr imponiendo un punto de vista”, dijo Putin en su reciente entrevista para el canal estadounidense NBC.

Son pocos los que apuestan porque de la cumbre de Ginebra salgan acuerdos y soluciones sanadoras para tantos desafíos globales. Es una tarea imposible entre tantas diferencias, reconocen no pocos expertos.

“No habrá ninguna mejora. La relación de confrontación se mantendrá, al igual que las contradicciones sistémicas y concretas entre los dos países”, dijo el académico Dmitry Suslov, del Centro de Estudios Internacionales y Europeos de Rusia.

Sin embargo, puede servir para mantener abiertos los canales de comunicación. “Espero que la cumbre sea un punto de partida”, indicó el vicecanciller ruso, Serguéi Riabkov.

Que Putin y Biden se sienten frente a frente, revelen sus más complicadas cartas y las revisen juntos, es un paso trascendental para enderezar el camino. Aunque sin duda, esta será una cumbre civilizada, en la medida de lo posible, pero sobre todo borrascosa. (IVP)

Redacción digital

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