La variante Ómicron disparó otra vez las cifras de contagios en el mundo y pone en jaque los sistemas sanitarios de muchos países.
Lo que meses atrás parecía algo inalcanzable se convirtió en triste realidad para el planeta: en jornadas recientes, por primera vez se confirmaron con la COVID-19 más de un millón de personas en apenas 24 horas.
Solo el pasado jueves 20 de enero, por ejemplo, según datos de la Organización Mundial de la Salud, se reportaron casi 3.8 millones de contagios en un día. Son números que preocupan y confirman la magnitud real de esta nueva ola del virus en todas las latitudes del planeta, como consecuencia de la elevada transmisibilidad que caracteriza a la variante Ómicron.
Nuestro país no escapa a ese nuevo incremento de enfermos: solo el pasado 15 de enero se contabilizaron 3 562, cifra muy cercana a los 3 845 diagnósticos de todo el mes de diciembre.
Desde el inicio de la epidemia en Cuba, en marzo de 2020, este domingo se acumulaban 1 millón 25 mil 419 casos positivos, 55 mil 639 de los cuales sucedieron en los 23 días transcurridos del presente año, período donde comenzó a predominar en el territorio nacional la circulación de la variante Ómicron.
La alerta ante la amenaza del virus, que nadie lo dude, sigue siendo constante en el país y no nos está permitido bajar la guardia en ningún momento. Se equivocan quienes piensan que el nivel de inmunidad que logramos con la campaña de vacunación es suficiente para hacer desparecer la epidemia.
Que hasta este 22 de enero 9 millones 801 mil 110 cubanos tuvieran completo su esquema de vacunación, el 92,8 por ciento de la población vacunable, de los cuales 4 millones 770 mil 523 recibieron, además, la dosis de refuerzo, es una gran fortaleza que nos distingue del resto del mundo, pero las vacunas por sí solas no pueden hacer todo el trabajo.
Aun cuando ese nivel de inmunización alcanzado nos coloca en una posición de ventaja ante el virus, y en este nuevo momento de la epidemia no se observa un incremento en el número de casos graves, críticos y fallecidos, respecto a brotes anteriores, cada muerte sigue siendo lamentable.
No podemos olvidar que existen muchas personas vulnerables, que de infectarse con la COVID-19 pueden padecer formas graves de la enfermedad.
Los estudios realizados hasta el momento en el mundo acerca de la variante Ómicron advierten que es demasiado pronto para determinar la relación que pudiera existir entre ella y el tiempo que persisten los síntomas o qué nuevas secuelas pueda dejar. No obstante, la experiencia adquirida de variantes anteriores demuestra que el virus representa un verdadero problema de salud para millones de personas.
Mientras mayor sea el número de contagios, mayor será también la posibilidad de enfermar y de que mueran los más vulnerables. Protegernos continúa siendo clave para cortar caminos a la epidemia. (IVP)