Washington: Que cinco agencias de inteligencia de Estados Unidos desestimen la posibilidad de una agresión de un adversario extranjero en relación a las dolencias reportadas por diplomáticos de ese país desecha hoy toda teoría conspirativa sobre los sucesos, publica Prensa Latina.
Acorde con la conclusión de las agencias, citada por el diario The Washington Post, resulta improbable que un enemigo en poder de un arma secreta esté detrás de los raros padecimientos experimentados por los funcionarios en diversas partes del mundo desde 2016, como alguna vez maliciosamente se llegó a especular.
Tras la revisión de aproximadamente mil casos de “incidentes de salud anómalos”, el término que usa el gobierno norteño para describir síntomas físicos como zumbidos en los oídos, náuseas y molestias agudas, cinco entidades de inteligencia determinaron que era «muy poco probable» que un adversario extranjero fuera responsable por ellos.
Descartó todo tipo de ataques, ya sea como resultado de acciones intencionadas, como un arma de energía dirigida, o subproducto de alguna otra actividad, incluida la vigilancia electrónica.
Las personas citadas por The Washington Post dijeron que las investigaciones fueron incapaces de encontrar evidencia, incluida información forense o datos de geolocalización, que sugirieran que un rival había utilizado una forma de energía dirigida, como ondas de radio o rayos ultrasónicos.
“No había nada”, dijo uno de los funcionarios, y otro agregó que los analistas pasaron meses viendo datos, buscando patrones e inventando nuevas metodologías analíticas para finalmente excluir la posibilidad de que Rusia, u otro gobierno o actor no estatal, estuvieran detrás del padecimiento misterioso.
A lo largo de los años, las agencias gubernamentales, incluido el Departamento de Estado y el Buró Federal de Investigaciones, no pudieron corroborar el uso de un arma de energía, apuntó el medio.
Las conclusiones del informe final, sentenció, están en consonancia con una evaluación provisional anterior realizada por el mismo grupo de agencias, que encontró que los incidentes de salud probablemente no fueron obra de ningún otro país.
Los síntomas revelados por los diplomáticos norteños se informaron por primera vez en la Embajada de los Estados Unidos en La Habana en 2016, tras lo cual la isla desarrolló sus propias investigaciones en torno al suceso.
Un panel de la Academia de Ciencias de Cuba, compuesto por expertos tales como neurólogos, físicos y especialistas en telecomunicaciones, psiquiatras, psicólogos y otorrinolaringólogos determinó que no existió en aquel entonces ninguna prueba que justificara un ataque o un atentado.
De acuerdo con el Ministerio del Interior del país caribeño, no hubo evidencias criminalísticas que corroboraran la existencia de tales síntomas, lo que coincidió con las pesquisas policiales de Estados Unidos y Canadá, que nunca lograron explicar de manera concluyente los padecimientos reportados.
Sin embargo, y pese a que luego se describieron incidentes similares en lugares tan diferentes como India, Rusia, Vietnam y hasta en Washington, la administración estadounidense decidió poner fin al programa de reunificación familiar de Cuba, el otorgamiento de visado, al tiempo que el personal de la legación diplomática se redujo al mínimo, lo que afectó a los ciudadanos de ambos países.
Autoridades de la mayor de las Antillas denunciaron que en realidad la acusación fue parte de una operación política del gobierno de Donald Trump (2017-2021) para revertir los avances en las relaciones entre la nación caribeña y Estados Unidos dados durante la administración de Barack Obama (2009-2017).
Luego de la suspensión de la actividad consular, otras nuevas medidas coercitivas se implementarían bajo el mandato de Trump contra la isla hasta completar 243, lo que devino en un reforzamiento del bloqueo económico, financiero y comercial que pesa sobre la isla desde hace más de 60 años.