Del mismo modo que la cultura es el alma de la nación, el maestro es el corazón de la sociedad. En él late el conocimiento y la responsabilidad de educar y preparar para el futuro sin desdeñar desde luego el compromiso que asume la familia.
Para Jesús Valentín Lugo Martínez, maestro jaruqueño, jubilado de la profesión y reincorporado a la labor de educar, el amor por la enseñanza comenzó poco después de enfrentarse a un aula por vez primera. Fue su mamá quien lo adentró en los caminos de la enseñanza y desde entonces quedó prendado de ella.
JVLM: “Mi vocación siempre fue ser médico, pero mi mamá me sugirió estudiar la carrera de magisterio. Después de terminar el sexto grado, ingresé a la secundaria y a los quince años respondí al llamado de la revolución para hacer un curso emergente de formación de maestros. Terminé ese curso y poco a poco mi corazón se fue llenando con el amor por la carrera del magisterio”.
El jovencito de aquel entonces no inspiraba mucha confianza a los padres de los niños de segundo con quienes comenzó, pero poco a poco supo ganarse el sitio que merecía.
JVLM: “A mí me asignaron trabajar en la escuela Fermín Valdés Domínguez con la maestra María del Carmen Vigó, quien tenía mucha experiencia. Casualmente, trabajé con ella durante seis meses, ya que después de ese tiempo la maestra se retiró y me quedé a cargo del aula. Debo admitir que fue un desafío, ya que los padres no estaban muy de acuerdo debido a mi corta edad. A pesar de eso, terminé el año y realicé un trabajo muy satisfactorio. A partir de ese momento, trabajé durante mucho tiempo en Fermín Valdés. Para un maestro, no hay nada más gratificante que pararse frente a un grupo y dar una clase”.
Ni siquiera en los momentos difíciles por los que ha transitado la educación, el maestro Lugo como todos le conocen ha pensado en abandonar su profesión. Siempre encuentra alternativas para crear sus propios medios de enseñanza y da el paso al frente en cada llamado para que el aula nunca se quede sin maestro.
JVLM: “Cuando se hizo el llamado para los profesores generales integrales en la Secundaria Básica, se convocó a maestros con experiencia que fueron los primeros en enfrentarse a esta tarea. Decidí dar un paso adelante y trabajar en la Secundaria. Trabajé con estudiantes de séptimo, octavo y noveno grado. Después de terminar, decidí regresar a la primaria, ya que es de donde yo provenía y era lo que realmente me gustaba”.
Cuenta Lugo que hace tres cursos cuando le llegó la edad de retiro la asumió como correspondía. Pero el maestro que llevaba adentro no le permitía conformarse y como el buen hijo que siempre regresa a casa volvió para su escuela Raúl Hernández en la que ha tenido muchas vivencias.
JVLM: “Cada mañana, al despertar y asomarme para ver a los niños con sus pañoletas y uniformes dirigiéndose a la escuela, sentía un fuego interno que no me dejaba en paz. Mi esposa, al notar mi tristeza, me preguntaba qué me pasaba. Yo le decía que no estaba triste, pero ella sabía lo que ocurría. Me animó a reincorporarme a la educación, ya que sabía que era lo que realmente deseaba. Así que volví a involucrarme en la enseñanza y me siento feliz. Permíteme decirte que si tuviera la oportunidad de volver a nacer, elegiría ser maestro una vez más”.