Hay fechas que se renuevan cada año en el espíritu colectivo. Momentos cargados de un simbolismo trascendente que rebasan con su impronta las barreras del tiempo y perseveran estoicos en las urgencias actuales.
El 26 de julio tiene ese poder de catapultar la intensidad de un hecho histórico más allá de los marcos de una época y hacerlo resurgir en medio de las contingencias del presente.
Y la razón estriba en la universalidad del símbolo que señaló Lezama, la imagen y posibilidad, como “causa secreta de la historia”, ese impulso que nos llega desde aquella mañana de la Santa Ana en que un grupo de jóvenes despertó la conciencia nacional y abrió las puertas al porvenir.
Ese proceso renovador, la nueva era que habría que ayudar a parir, según la imagen de otro poeta, estaría marcado por la lucha perenne frente a adversidades que aún hoy nos asechan.
A 71 años del suceso que signó la rebeldía nacional, el Moncada nos llama a continuar la lucha en medio de un cerco imperial cada vez más agresivo y frente a nuestras propias ineficiencias.
Son flancos en los que no podemos cejar ni un milímetro, una guerra que demanda la misma entrega, desprendimiento y coraje que inspirara a los que junto a Fidel despertaran con sus balas a Santiago de Cuba y removieran con su acción los cimientos de una sociedad decadente.
Siete décadas no pasan en vano cuando se asume la memoria histórica como ejemplo y guía. Por eso la palabra Moncada expresa algo más que el nombre del reducto castrense tomado por asalto el 26 julio de 1953, es un llamado al enfrentamiento contra todo lo que pueda obstaculizar el avance revolucionario.
El país vive un momento de precariedad económica, agudizado por el férreo bloqueo del gobierno de Estados Unidos, y eso repercute en otros órdenes.
La avalancha mediática de los centros de poder occidentales contra la isla se acentúa inescrupulosamente y es aprovechada por elementos apátridas para socavar los ideales que inspiraron nuestro proceso revolucionario.
En medio de esta guerra, el Moncada resurge para convidarnos a enfrentar a los agresores y derrotar sus pretensiones neocoloniales. Es una exhortación constante a la unidad.
Como dijera el Presidente Miguel Díaz Canel en su discurso en la Asamblea Nacional del Poder Popular, que sesionó recientemente, “lo cubano es la resistencia inteligente, es crear a contracorriente. Hablamos de no conformarnos, de seguir dibujando horizontes, de seguir haciendo, sin atender las voces de la desesperanza. Lo cubano es rehacernos cada día en el arte de lo posible, y probar que, como nos enseñó Fidel, ¡vale la pena vivir y batallar!” (rda)