Mayabeque, Cuba: Todo parecía tocado por una varita mágica cuando se abrió el telón en el cine teatro Lajero, en la capital de Mayabeque, y apareció La Colmenita para presentar “Meñique”.
“Fue la primera obra que hicimos en el año 1994”, recordó el director de este grupo artístico, Carlos Alberto Cremata.
Pero no fue el aniversario 20 de esa puesta en escena la noticia del día, ni siquiera el hecho de que había transcurrido una década desde la última vez que las abejas de Tin actuaron en la capital de Mayabeque. Lo que trascendió, pienso, fue que el cuento tantas veces repetido del Maestro llegó sin canas ni bastón en esa versión cubanísima que ha dado la vuelta al mundo, y aquí también puso a bailar y soñar, sin excepción, al público.
“Padezco el síndrome de Peter Pan; no crezco”, me había confesado Cremata antes de comenzar la función. “Me aburro en el mundo de los adultos”, añadió. Y como si sus palabras tuviesen el mismo encanto del hacha, el pico y la cáscara de nuez, cada madre, padre, tía o abuela que disfrutó de la obra, regresó misteriosamente al país de los enanos.
La interacción con los niños marcó la presentación de principio a fin y ese un recurso o tal vez un don de este grupo teatral que enaltece, a más de 30 años de fundado, la cultura cubana.
En mi experiencia personal, viví emociones indescriptibles y estoy segura que aquellos que reían, bailaban, cantaban y se hacían fotos con las abejas de Tin, sintieron algo similar.
Carlos Alberto Cremata y La Colmenita acaban de regresar de un gira por distintos escenarios de Estados Unidos, muchos de ellos en comunidades pobres.
En cada lugar, tal y como lo hizo en San José de las Lajas, dejó su semilla de amor y una flor de miel. (rda)









