Mayabeque, Cuba: Para incluirse entre las personas más altas del mundo tendría que medir sobre los 2.19 metros, pero Manuel Flores Gutiérrez es célebre en su Ciudad Condal de Jaruco, y no solamente por su estatura de 2.06 metros, sino porque es uno de los mecánicos más eficientes del movimiento proletario de los textiles.
Hace más de 30 años, Mimo, como le conocen en el pueblo, aprendió el oficio y desde entonces en sus manos enormes como lagos, hallan remedio las máquinas de coser por muy complicada que sea su avería o el estropeo acumulado por tanto danzar con la tela y el hilo.
Nuestro gigante pudo haber sido uno de los grandes del baloncesto en #Cuba, incluso, integró en sus años mozos la preselección nacional juvenil de la disciplina, pero debido a una lesión y a las cosas que tiene la vida sus pasos se alejaron de la cancha, algo que lamentó mucho.
Pero como un clavo saca a otro y Mimo nació en una tierra donde la industria textil tiene hondas raíces y un extraño poder de seducción, quedó irremediablemente atrapado en el enjambre laborioso de los talleres donde echó el ancla su corazón, cálido y franco como el de un niño.
Ese ha sido su mundo hasta el día de hoy cuando ya cuenta los 54 años de edad. A estas alturas su paso es más lento, porque ha cobrado peso y porque definitivamente, el tiempo no pasa por gusto.
Sin embargo, su entusiasmo por el trabajo se mantiene intacto y es lo que lo impulsa a amanecer listo para abrazar la rutina de restañar sus máquinas en los once talleres de la Unidad Empresarial de Base Confecciones Textiles de Mayabeque, perteneciente a la Empresa Confecciones Tropicales Boga.
Cualquier día y en el lugar que haga falta, es su máxima y la virtud que conquista afectos y respetos en el gremio de los textiles, un ejército que se enorgullece por tener a un trabajador tan Grande en todo el sentido de la palabra.
Su peculiar cualidad jamás ha sido impedimento para su buen desempeño como mecánico, no obstante, el haber espigado tanto le ha ocasionado no pocos contratiempos en la vida.
A medida es la ropa que usa y es confeccionada por las costureras que le conocen y saben que es imposible encontrar vestimenta de su talla en las tiendas.
Con los zapatos le ocurre algo similar y por suerte, sus amigos le envían el calzado de otros países.
Más de una vez viajé en el mismo ómnibus que él y observé que las guaguas en Cuba, tampoco fueron fabricadas pensando en gente tan alta como Mimo.
No obstante, este hombrón parece feliz. Tiene una hija que además de quererle, heredó sus genes y mide casi dos metros.
Aunque llevamos viéndole desde hace mucho desbordar con su porte de yagruma las aceras y las calles, no podemos menos que hacer la consabida pausa para admirarlo.
Él se sabe observado y no le importa. Tal vez, Mimo, se acostumbró a la curiosidad ajena o quién sabe si hasta disfruta ser uno de los personajes singulares más queridos de la Ciudad Condal. (adm)