A la derecha Ernesto Guevara de la Serna y Antonio Maceo, a la izquierda.

Con 83 años de diferencia, un día como hoy, nacieron Antonio Maceo Grajales y Ernesto Guevara de la Serna, una de esas casualidades inexplicables de la vida. El internacionalismo, la ética, el honor y la intransigencia en la lucha contra el imperialismo y el colonialismo son cualidades que unen a estos dos grandes de la historia.

Antonio Maceo nació en 1845 en la ciudad de Santiago de Cuba, en el seno de una familia humilde. Sus padres, Marcos y Mariana, eran trabajadores, aunque no pobres, pues tenían una propiedad rural de nueve caballerías  en la región montañosa de Majaguabo, donde criaron a sus 13 hijos.

Ernesto Guevara en  1928, en Rosario, Argentina. Hijo primogénito de Celia y Ernesto, su familia poseía recursos económicos y tenían ideas socialistas en las que educaron a sus cinco hijos. La mayor parte de su niñez, su adolescencia y primera juventud transcurren en Alta Gracia, a donde se mudó la familia en 1932 en busca de un clima propicio para contrarrestar el asma de Ernesto, que comenzó a padecerla a los dos años de edad.

Maceo, urgido por las circunstancias del exilio, recorre varias naciones de América Latina, mientras que el guerrillero cubano-argentino, llevado por su afán de conocimientos y aventuras, también transita por gran parte de la geografía latinoamericana.

Ambos, en su momento y como parte de las luchas por la independencia de Cuba, protagonizaron la invasión de Oriente a Occidente. El Titán de Bronce, junto al Generalísimo Máximo Gómez, evidenció sus cualidades excepcionales de estratega militar durante la epopeya de 1895, y sus gloriosas heridas en combate fueron sus más preciados trofeos de guerra.

Muchos años después, a finales de 1958, el Che reeditó junto a Camilo Cienfuegos otra invasión de Oriente a Occidente durante la guerra de liberación contra la tiranía de Fulgencio Batista.

Igual que Maceo, el Che murió combatiendo, herido, sin balas, y con su pistola dañada en el combate, lo que le impidió evitar caer en manos del enemigo, es asesinado por órdenes de la Agencia Central de Inteligencia norteamericana el 9 de octubre de 1967, al día siguiente de su captura, cuando tenía 39 años. Con una pierna inutilizada por un balazo, sentado en una silla de la rústica escuelita primaria de La Higuera, cuando vio miedo en el soldado que habían enviado a matarlo se puso de pie apoyado en la silla y con la misma autoridad que siempre tuvo le ordenó al soldado embriagado: ?Dispare, que aquí hay un hombre?.

Ernesto Guevara admiró al mayor de los Maceo Grajales y lo definió como uno de los pilares del esfuerzo de liberación del pueblo cubano, declarándose continuador de su legado.

Palpar las huellas de esos héroes y desnudar sus esencias, este 14 de junio o cualquier otro día, en tiempos normales o en la actual contingencia, siempre oxigena nuestro compromiso con el futuro y con la cubanía.

Isamary Valero Padrón

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