A Xiomara le cambiaron los sueños por una realidad que no alcanzaba a entender. Sus padres la casaron a los 14 años de edad y a los 15 nació su primera hija.

Mientras los adolescentes estudiaban, iban a fiestas y excursiones, ella asumía con resignación tareas, para las que no estaba preparada.

Los pronósticos de un matrimonio fallido se cumplieron, a los 17 años Xiomara era una mujer divorciada y con dos hijas pequeñas. Mantenerlas fue todo un reto.

En esa época limpiaba casas, lavaba y planchaba y encontrar una pareja estable le fue realmente imposible.

En su casa no tenía mucho apoyo, pero su vida dio un giro de 180 grados cuando la maestra Amparo decidió ayudarla o sencillamente, salvarla.

El apoyo de esta mujer si fue decisivo. Por las tardes le cuidaba los niños para que ella estudiara en la Facultad y así obtuvo el noveno grado. Comenzó a trabajar como auxiliar de limpieza en una escuela del territorio y seguía en la Facultad hasta que pudo alcanzar el 12 grado.

En el vecino municipio de Jaruco, los sábados cursó un  técnico medio en Contabilidad y pudo mejorar en el trabajo en una plaza mejor remunerada, en la Unidad Básica Alimentaria.

Como madre, hizo lo mejor que pudo y se propuso que sus hijas tuvieran una vida diferente y lo logró, ambas estudiaron en la Universidad y se graduaron.

Como mujer, Xiomara mira atrás y piensa que su vida pudo ser muy distinta si la hubieran dejado soñar y luchar por sus sueños.

Si el proyecto del Código de las Familias se aprobara y fuera definitivamente nuestro Código, se elimina la posibilidad del matrimonio en la adolescencia y también la posibilidad de que historias como la de Xiomara se repitan.

Maria Amalia Pérez

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