Hace unos pocos días una amiga me comentaba acerca de la ausencia de hábitos de educación formal en la sociedad de hoy haciendo hincapié en la falta de sensibilidad ante la presencia de embarazadas, ancianos y personas con discapacidad que viajan de pie en un ómnibus o transporte público mientras jóvenes aparecen sentados y apacibles ante tal situación en compañía de audífonos, reproductores de audio y móviles.
Coincido con mi amiga, la que resumió todo lo dicho con degradación de valores y no es menos cierto que cada día observamos estas y otras manifestaciones que atentan contra el buen desarrollo de la nueva generación que van desde hablantes en voz alta y palabras obscenas, fumar en lugares públicas, la música en altas horas de la noche, maltrato a la propiedad social y bienes del Estado.
Los ejemplos son muchos, pues el ser humano es dueño de sus acciones, de ahí que cualquier persona puede decidir entre hacer el bien y el mal.
Debemos tener en cuenta que indisciplinas sociales y delito van de la mano, por tanto es imprescindible el rol de la familia en la educación de valores.
Esta tarea es fundamental para toda la sociedad, no deben faltar sentimientos de amor, comprensión y solidaridad hacia quienes nos rodean, así como actos de humanismo. (BSH)