Que el terrorismo es hoy uno de los grandes males de la humanidad Cuba lo sabe bien, desde finales de la década del 50, del pasado siglo XX, muchas son las acciones que ha lamentado este pueblo por el simple hecho de defender su derecho a la autodeterminación.
Fe de ello pueden darlo los miles de hijos nobles de esta tierra que han sido blanco del odio. Bien lo saben las víctimas de los bombardeos a los centrales azucareros, los que padecieron en manos de las bandas contrarrevolucionarias alentadas y financiadas desde Estados Unidos, bien lo sabe Nemesia, flor carbonera, que vio morir a su madre, sus hermanos y desechos sus zapaticos Blancos.
Lo saben también los que murieron en el horrendo crimen de barbados; aquel turista italiano, de nombre Fabio, cuya joven vida fue segada por manos asesinas, aquel 4 de septiembre de 1997 y otros tantos y tantos, que harían interminable la lista.
Pero ante el odio Cuba, nuestra Cuba, prefiere construir, amar, entregar lo mejor de sí a los hermanos del mundo; mientras el señor de la guerra hace lo imposible por asfixiarnos con leyes genocidas condenadas, inexorablemente, al fracaso.
Hoy alzamos nuestras voces ante el mundo para denunciar el terrorismo y no lo hacemos con armas, ni con bombas, ni atentados, lo hacemos con la fuerza de las ideas, con la fuerza de la razón que nos asiste.
Lo aprendimos de Fidel, hoy su pueblo enérgico y viril, no llora, pero igualmente la injusticia tiembla. (BSH)