Transcurría la noche del 22 de enero de 1869, a solo pocos meses de iniciada la Guerra de los Diez Años. Banderas cubanas, cintas rojas y azules, estrellas solitarias en los vestidos blancos de las actrices, que lucían el cabello suelto, adornaban el Teatro Villanueva de La Habana.
La escena cubana desafiaba al colonialismo. El programa previsto incluía un popurrí delicioso, que ponía a volar la imaginación patriótica.
El grupo Caricatos representaba la obra Perro huevero aunque le quemen el hocico, del dramaturgo Juan Francisco Valerio, una obra con sabor criollo, donde el choteo, la burla y la comicidad típicas del incipiente teatro cubano, aludían directa o indirectamente a la situación sociopolítica de esta isla antillana.
Finalizando la puesta en escena el personaje de Matías exclamó desde el escenario: « ¡Viva la tierra que produce la caña!». La respuesta del público no se hizo esperar: « ¡Viva Céspedes!, ¡Viva Cuba Libre!», fueron las exclamaciones de los independentistas que ocupaban la sala.
Precisamente la obra tenía el propósito de recaudar fondos para la guerra de liberación del pueblo cubano, así lo recogió la prensa revolucionaria de la época: « ¡Pueblo! Tenéis una obligación patriótica de llenar sosteniendo este espectáculo».
La represión de los miembros del Cuerpo de Voluntarios de la ciudad apostados en los alrededores no se hizo esperar. Acudieron de inmediato hasta aquel edificio de madera contra el que dispararon. Aún se desconoce el número de víctimas. La masacre es recordada como Los sucesos del Villanueva.
«El enemigo brutal/ Nos pone fuego a la casa: / El sable la calle arrasa, / A la luna tropical. / Pocos salieron ilesos/ Del sable del español: / La calle, al salir el sol, / Era un reguero de sesos».
Así narró José Martí, 20 años más tarde, lo acontecido esa noche en La Habana, cuando él se encontraba cerca del Villanueva, en la casa de su maestro Rafael María de Mendive.
Sin embargo, esta no fue la única respuesta del Apóstol a las atrocidades del gobierno colonialista español y sus simpatizantes, sino que al día siguiente de los sucesos publicó en el periódico La Patria Libre su primera obra teatral: Abdala, poema dramático escrito a su Patria, y que sería el punto de partida del llamado Teatro Mambí.
La represión no terminó la noche del 22 de enero. Dos días más tarde, los voluntarios desataron su furia contra el café El Louvre y otros sitios. Hicieron registros y detenciones. Rafael María de Mendive figuraba en la lista de los detenidos.
Ese día el teatro cubano se comprometió para siempre con el destino de la nación y la escena teatral devino arma del proceso revolucionario cubano, a la vez que comienza a aflorar su significación social.
Tales razones nos llevaron en 1980, durante la celebración del Primer Festival Internacional de Teatro de La Habana, a declarar el 22 de enero como Día del teatro cubano. (YDG)
Redacción Digital
Equipo de redactores del sitio web de Radio Mayabeque