Las campanadas no indicaban a los esclavos el fin del trabajo, todo lo contrario, señalaban la libertad.
Aquella tarde de octubre, era diferente, en el ingenio La Demajagua en Manzanillo, les decía a todos los cubanos, criollos, que era el momento, era la hora de luchar contra el régimen español, contra las corrientes reformistas y anexionistas, era el momento de ser independientes.
Ante todos los reunidos, en el pequeño batey donde estaba enmarcado su ingenio, Carlos Manuel de Céspedes, el padre de la patria expresó: “Ciudadanos, ese sol que veis alzarse por la cumbre del Turquino viene a alumbrar el primer día de libertad e independencia de Cuba”.
Así comenzó, esta primera guerra, floreciendo una conciencia nacional patriótica entre los cubanos.
Han pasado 152 años, pero la sensación sigue siendo igual, el ímpetu glorioso, la cubanía y las ansias de justicia, hacen que cada 10 de octubre sea recordado como el día, en que comenzó una Revolución, esa que no paró hasta el triunfo en enero de 1959, una lucha que continúa hasta nuestros días, un ¡Viva Cuba Libre! que no morirá jamás. (IVP)