Mayabeque, Cuba: Han pasado más de cinco años desde la primera vez que dialogue con la especialista en pediatría, Doctora Olga López Leyva. Recuerdo de aquel primer encuentro que me cautivó su forma sencilla y coloquial de comunicar. Aun cuando desbordaba conocimiento, empleaba palabras simples y comprensibles.
Luego volví a verla en el año dos mil 19, cuando tras el golpe de estado al presidente electo de Bolivia, Evo Morales, la médica regresó a su hogar, en la costa norte de Mayabeque. En ese reencuentro marcado por la tristeza de los días vividos en la hermana nación andina, la galena Olga mostró firmeza, fortaleza de carácter, pero ante todo, un corazón desbordante de ternura y amor a una profesión que abraza hace más de tres décadas.
Hoy vuelvo a verla, en esta ocasión en zona roja de combate a la COVID 19. Me impacto mucho su imagen, más que las veces anteriores. No llevaba nada de maquillaje, ni esa sonrisa que contagia y la caracteriza.
Su rostro mustio, sus ojos marchitos y su andar pausado, evidenciaban agotamiento físico y mental. Con voz amable y dulce la jefa de la sala de pediatría del Policlínico con Servicios Hospitalarios Alberto Fernández, me contó que durante siete días cuidó de más de cuarenta niños positivos al Sars Cov 2, y a sus acompañantes.
La tensión, el estrés, la preocupación y el miedo dejaron huellas en la valiente galena. Su destreza y sabiduría se manifiestan como sus principales armas para librar esta feroz batalla contra el mortífero enemigo invisible. Cargada de emoción, pedí a esta gran mujer, madre y excepcional ser humano, me concediera una instantánea.
La doctora, con la sinceridad y modestia que la caracterizan me confesó; “no me gustan las fotos”. Sin embargo, amablemente accedió, para que yo pudiera mostrar la silueta cubierta por la ropa protectora desde donde emana como luz, la imagen del ángel sanador de la especialista en pediatría Olga López Leyva. (adm)