“La responsabilidad sigue siendo nuestra primera arma de defensa frente a la COVID-19”. Este ha sido uno de los primeros señalamientos de la dirección del país desde que comenzó la pandemia.

La frase se debe, sobre todo, a la conducta relajada que muchas personas han ido adoptando, e incluso al desentendimiento e incumplimiento de las medidas de prevención indicadas.

Cada vez es mayor el esfuerzo que tienen que hacer los que velan por la salud y la vida.

Hay quienes de manera indolente no usan correctamente el nasobuco, o los que pueden verse fumando o conversando, sin mascarilla, en otras conductas.

A su vez, aparecen las inevitables colas, donde los implicados no cumplen con el distanciamiento físico, en lo que hay que incidir más por parte de la propia población, los agentes del orden público y las administraciones.

Muchos olvidan que, precisamente, estos días han sido los de mayores cifras de enfermos y fallecidos por la pandemia en el país y nuestro territorio no está exento de este rebrote.

La baja percepción es nuestra mayor enemiga. Los hechos de la presente semana así lo dicen, ello refleja que la pandemia se ha dejado de tomar hoy, en serio.

A Mayabeque, le corresponde aprender de los errores, obrar de manera individual con mayor disciplina y que las instituciones hagan una mejor labor epidemiológica y preventiva.

Hay que entender que somos una localidad de riesgos, vecina a Artemisa, La Habana y Matanzas, territorios que presentan grandes complicaciones epidemiológicas.

Pero ello debe ser entendido desde la base, desde nuestros propios hogares y centros de labor, donde la gente no cumple el nuevo Código de Vida que tanto se ha explicado. El llamado está en no engañarnos, la tormenta no ha pasado. Estamos, justo, en el ojo. (BSH)

Arianne Arrue Pérez

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