Todavía recuerdo mi primera vez visitando la Plaza de la Revolución un Primero de Mayo. Yo, solo un niño desbordado de inocencia, quedé ensimismado ante la imponente estatua del Apóstol. Miles, eran los cubanos reunidos allí, Occidente entero vestía de blanco, rojo y azul.

No se me olvida, ese día llovió y unido al primer aguacero del mes, que no pudo parar el mar de gente que desfilaba, vitoreando coros e himnos, estaba él, verde olivo su vestimenta, firme su figura, tal como lo reflejaba su voz, sí, el eterno comandante, nuestro Fidel, encendía con sus palabras a todos los presentes.

Ese día marcó mis primeros pasos en los desfiles, como estudiante primero, ahora como trabajador. Ya no vamos a la majestuosa Plaza de la Revolución, los pertenecientes a esta zona de Occidente, pero no dejamos de disfrutar. Porque de eso se trata la denominada fiesta del proletariado mundial.

En Cuba, el Primero de Mayo, funde las banderas y los carteles, mezcla los colores, los sonidos, une las manos y gritamos como uno solo, que mientras haya un solo revolucionario en pie de lucha, trabajando, nuestro socialismo no caerá en las garras de ningún imperio, por muchas sanciones que ponga.

Pero este mayo, no será igual, un enemigo en común pone a todo el planeta en jaque e impide que salgamos a celebrar con congas, himnos y banderas (incluso de diferentes naciones).

Este Primero de Mayo, la sala será mi plaza, el televisor la tribuna, y mi celular mis manos, para abrazar de forma virtual a todos mis compañeros y juntos gritar: “Viva el Primero de Mayo”. (IVP)

Alejandro Rodríguez Fernández

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