El 20 de mayo de 1902 la nación caribeña ponía fin a la ocupación militar de Estados Unidos, estrenaba gobierno y Constitución, pero la historia demostró que nada de eso significaba la independencia por la que su pueblo había luchado durante más de 30 años.

¿Qué significó la República para muchos cubanos? Injusticia: quedaron excluidos muchos de los que habían dejado todo en el campo de batalla, luchando por la independencia; servilismo: se cambió de amo; represión: perdieron la vida no pocos de los mejores cubanos que pelearon contra los males de la República; exclusión y dictadura.

Veinte de mayo es una fecha para recordar que tener república no basta. A ellos, que sí la vivieron, no les bastó; más bien les costó la vida.

Fue justamente lo contrario a los sueños por los que Martí, republicano, un 19 de mayo, cayó en Dos Ríos. Martí no se agota en haber sido republicano: ¡fue antimperialista! Lo digo alto porque se olvida: cuanto hizo fue para eso.

Claro, podemos pensar en la república como una abstracción en la que por su mera existencia serán efectivas libertad, democracia e igualdad, y en la que todos, por arte de magia, nos haremos iguales, nos amaremos y seremos felices.

Divina magia de la república que al margen de cualquier consideración engendra por sí misma el bien, éter fantasmagórico en el que fluimos después de haber tirado por el caño la historia, las determinaciones socio-históricas, las condiciones geopolíticas, la lucha de clases y, ya de paso, el marxismo y demás herejías.

Pero la suerte es que el 20 de mayo existe para recordarnos lo perversa que puede llegar a ser una república si es servil, y si es burguesa.

La metrópoli española no podía sostener la guerra ni desde el punto de vista militar ni del económico, lo cual aprovechó el gobierno norteamericano para escamotearle el triunfo al Ejército Libertador cubano, al cual fingió ayudar y luego no le permitió entrar en las ciudades liberadas, como Santiago de Cuba.

El golpe final lo dio el 10 de diciembre del propio 1898, cuando tuvieron lugar las negociaciones del Tratado de París, que ponía fin oficialmente al colonialismo español en la isla caribeña, pero de las cuales fueron excluidos los cubanos.

La nación antillana quedó bajo la ocupación militar estadounidense y fueron ellos quienes prepararon todo el proceso de instauración de la república, para que respondiera a sus intereses.

Así lo hicieron con las elecciones de 1900 y 1901, durante las cuales las órdenes militares dejaron fuera de la votación a buena parte de la población, además de permitir la aplicación de medidas coercitivas y fraudes para garantizar que fueran electas aquellas personas que representaban los intereses de Washington.

Los comicios presidenciales de 1901 fueron el más vivo ejemplo, cuando los generales Máximo Gómez, quien condujo las fuerzas independentistas cubanas; y Bartolomé Masó, igualmente vinculado a la contienda, retiraron sus candidaturas debido a las distorsiones del proceso, y resultó electo Tomás Estrada Palma como presidente.

Apenas el 7 por ciento de los cubanos acudieron a las urnas entonces, un escenario dibujado por los interventores para convertir en presidente al hombre que disolvió el Partido Revolucionario Cubano, creado por José Martí para luchar por la independencia.

Al tiempo que aseguraban las personas de su confianza, un apéndice constitucional reafirmaría el dominio absoluto de Estados Unidos sobre Cuba: la Enmienda Platt, impuesta a la carta magna de la isla caribeña bajo la amenaza de que era la única vía para el cese de la ocupación militar.

La verdadera realidad de la naciente república la expresó el saliente gobernador militar norteamericano, Leonard Wood: ‘A Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt y lo único indicado ahora es la anexión (…). Es bien evidente que está absolutamente en nuestras manos (…)’. (BSH)




Redacción digital

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