La añoranza por la normalidad ha sido constante este año que casi culmina, azotado por la Covid-19, ese enemigo invisible e inmensamente letal que ha marcado nuestras vidas con el peor de los signos.
Unas cuantas generaciones de cubanas y cubanos, desconocedores del calibre de una pandemia, enfrentamos esta novedad, inicialmente un tanto incrédulos, pensando que hasta aquí no llegaría; pero tan veloz como la luz, en breve tiempo comprendimos que la amenaza era una realidad en nuestro país.
Tuvimos que replantearnos nuestro comportamiento, suprimir abrazos y besos, estar más tiempo en casa, abandonar algunas de nuestras rutinas, usar una mascarilla o nasobuco y mantener la distancia física de otras personas.
Todo parecía difícil siendo cosas tan fáciles de hacer, pero cubanos al fin, besadores por excelencia, cariñosos, tuvimos que aprender un nuevo modo de cuidarnos y protegernos.
Así pasaron días y meses, y las noticias diarias llegaron a congelar nuestras ansias, la tristeza asomó su rostro una y otra vez con la muerte de familiares, amigos, personas conocidas o sencillamente por la angustia de otros.
Las medidas para evitar el contagio aparecieron por todas las vías, cumplirlas dependía de la responsabilidad y disciplina de todos, aunque muchos menospreciaron orientaciones y sintieron en sí mismos el peso de la inconsciencia.
Científicos cubanos no cesaron en la búsqueda de la mejor solución, Cuba tuvo en ellos la más óptima respuesta. Al cierre del 24 de diciembre se acumularon en el país 29 769 267 dosis administradas con las vacunas cubanas Soberana 02, Soberana Plus y Abdala.
Tienen esquema de vacunación completo 9 597 707 personas, que representa el 85,8 % de la población cubana.
San José de las Lajas estuvo entre los municipios de Mayabeque con más alto índice de contagio y logró cambiar para bien esa situación gracias al trabajo de todos; empeño constante de las autoridades del territorio, profesionales de la salud y trabajadores de distintos sectores que apoyaron acciones implementadas para contrarrestar la propagación.
La normalidad añorada asomó su rostro, y de nuevo las calles comenzaron a ser testigos de reencuentros, la alegría volvió a tintar las jornadas con la asistencia a las escuelas de niños y niñas, adolescentes y jóvenes y a la par ha estado la insistencia del autocuidado, para no dar lugar a retrocesos.
Ahora estamos ante el mayor desafío: convivir con la Covid-19 y no volver atrás. Es menester ser prudentes, sensatos, responsables y disciplinados. Se trata de preservar la vida, de honrar con nuestra prudencia los desvelos de los hombres y mujeres de ciencias que han dispuesto talento, humanismo y amor en las vacunas que de manera gratuita llega a todos.
Asumamos este desafío, por ti, por mí, por nosotros, por todos. Seamos conscientes de cuál es nuestro deber en esta batalla por la vida: Cuidémonos más, esa es la clave. (BSH)