El Primero de Enero de 2022 llega la Revolución Cubana a un nuevo aniversario y empieza a vivir su año 64; y lo hace sin renunciar a sus rumbos, a su mística, a los principios, según publica el Periódico Granma.
«En Cuba son más los montes que los abismos; más los que aman que los que odian; más los de campo claro que los de encrucijada; más la grandeza que la ralea», dijo Martí, ese hombre que comprendió como pocos la esencia de la Isla y a ella se dio.
En el año 2021 el escenario fue adverso. A una pandemia que puso al mundo en pausa y arrancó vidas sin distinciones, y la consecuente crisis económica, se sumó para Cuba el esfuerzo de la administración estadounidense y sus aliados en pos de ahogarla de una vez por todas, con más bloqueo, más noticias falsas, más política sucia…
Los mercenarios y anexionistas enseñaron la oreja peluda; algunos prepararon las maletas para regresar al país a reclamar supuestas propiedades y otros anunciaron un baño de sangre inminente. Pero nada de eso ocurrió.
Por el contrario, el país logró sacar adelante vacunas propias (un hecho inusitado para una nación tercermundista y asediada); desarrollar un proceso acelerado de inmunización, que incluye a la población pediátrica; reabrir sus fronteras y activar el turismo; y, además, autocriticarse y pensar desde nuevos ángulos las formas de gestionar el consenso.
Volver los ojos y el trabajo a las comunidades, desde donde se construye y resignifica el poder revolucionario cada día, es otro de los saldos de esta etapa; que, a pesar de su complejidad, no deja sembrado el odio, porque como también nos alertó Martí: «Otros amen la ira y la tiranía. El cubano es capaz del amor, que hace perdurable la libertad».
Desde esa limpieza de alma, el proyecto revolucionario cubano tiene que fortalecerse ante sus desafíos, buena parte de ellos económicos, como la inflación, el desabastecimiento, la improductividad.
En la época de la posverdad, un país como Cuba, cada vez más conectado a internet, debe perfeccionar constantemente los modos de explicarse y de explicar la real esencia del capitalismo; porque los desenlaces para los problemas de la Isla no llegarán con la extinción de la Revolución y el posterior festín de la Coca Cola y la McDonald`s, sino con la profundización de la Revolución, allí donde se ha obrado mal o no se ha obrado.
Fidel, seguidor fiel de la ética martiana, nos lo advirtió: «Nuestro camino es un solo camino: un camino de dignidad, un camino de patriotismo, de decoro nacional, de defensa de nuestra soberanía, de defensa de nuestros intereses, de defensa de nuestras libertades. Ese es el único camino».
Transitar ese pasaje supone vivir toda jornada de frente a los retos, al elegir por la utopía y contra los sentidos comunes del gran capital; y también entender que rendirse implicaría traicionar la sangre generosa y las dulcísimas implicaciones tras la palabra «comunista».
Elegir por la Revolución es entenderla como un tejido espiritual superior, que nos hace mejores, porque como afirmó el siempre Comandante en Jefe, ella «ha despertado las conciencias, ha enseñado a ver, y sobre todo a ver las grandes injusticias y ver las grandes mentiras.
La Revolución ha sido como una luz que se enciende en medio de la noche, la Revolución ha sido como un sol, cuyos rayos alumbran un amanecer para la patria. La Revolución nos ha enseñado lo que no habíamos aprendido en muchos años vividos; la Revolución nos ha enseñado a comprendernos unos a otros, a querernos unos a otros».
Elegir por la Revolución es hacerlo, además, por la independencia. A quienes se preguntan qué artificio sostiene contra todos los vientos un proyecto de país tan singular, vale aclararles con Martí, que lo alza en hombros el pueblo:
«En nosotros hay masa pública, que conoce y adora la libertad, que la habla y escribe, que la razona y la acomoda a lo verdadero, que la defenderá con las uñas y con los dientes; ¡allí estaremos todos, defendiéndola! ¡No hay placer como el de defenderla!: el cubano, antes que la libertad, se arranca la vida!». (BSH)
Redacción Digital
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