“Muero por la Revolución” fueron sus últimas palabras. Cuando lo que se defiende es una causa justa, existe el convencimiento pleno de que vale la pena.
Julio Antonio Mella fue un joven decidido a darlo todo por una Patria libre de mediocridad, injusticia, y sobre todo de tiranos. No era otro muchacho, fue el primer secretario de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) a su fundación, y se convirtió en su segundo presidente.
Fundó la Revista Alma Máter, que ha llegado hasta nuestros días describiendo el quehacer de los universitarios, la administró y se convirtió en un redactor constante para sus páginas defendiendo la verdad de los estudiantes y la sociedad toda.
Para los obreros fue iniciador de la Universidad Popular José Martí, dispuesto a repartir lo que tenía de saberes a quienes se les estaba negada la dicha del conocimiento. Junto a Carlos Baliño fundó el Partido Comunista de Cuba, una organización llamada a la unión y el entendimiento, a la lucha.
Sufrió prisión, entró en huelga de hambre y fue liberado, entonces marchó a México, sin descanso alguno, a continuar desde otros horizontes la batalla.
Julio Antonio Mella, el hombre del que se dice: el que hizo más en menos tiempo, no le dio el gusto de morir a quienes le arrebataron la vida.
El 10 de enero de 1929 Julio Antonio alcanzó otra dimensión, se hizo historia y entró para siempre en el Olimpo de los héroes de la Patria.
Logró quedarse para hoy vivir en los jóvenes de la zona roja, los que extienden la mano en el surco por la necesidad de producir alimentos, los que hacen desde su lugar el aporte más humilde e indispensable a una Cuba mejor. Mella está en la Revolución por la que murió y que nunca lo dejará morir. (BSH)