José Guillermo Moncada Veranes Foto: Radio Florida

Había nacido el 25 de junio de 1841 en Santiago de Cuba, hijo de un esclavo liberto con una negra, pronto se convirtió en uno de los héroes más sobresalientes de las gestas independentistas cubanas.

A José Guillermo Moncada Veranes su prestancia, alta estatura, porte y fuerte complexión física, le merecieron el sobrenombre de Guillermón.

Los rudimentos de la educación los aprendió solo y a fuerza de valentía e inteligencia ascendió en la Guerra de los Diez Años de Cabo a General de Brigada en 1878.

Varios reputados oficiales españoles conocieron la derrota en los campos de batalla, donde intentaron infructuosamente medirse ante este hombre que no conocía rival en el arte de la esgrima del machete aprendida en años de duro bregar como campesino.

 En la región de Baracoa-Guantánamo se desempeñaba como jefe de guerrilleros al servicio de España el sanguinario Miguel Pérez Céspedes, cubano de ascendencia aborigen, antiguo rancheador y terrible adversario con decenas de muertos, por igual hombres, mujeres o niños que encontrara en la manigua.

Máximo Gómez escogió al entonces comandante Moncada y le ordenó que encontrara a Pérez Céspedes y sus hombres y los liquidara. Según recoge la tradición oral, se cuenta que el mambí contestó una nota del indio de Yateras, en la cual lo retaba a duelo con memorables palabras.

Guillermón le dijo en la respuesta: “Por dicha mía se aproxima la hora en que mediremos nuestras armas. No me jacto de nada; pero le prometo que mi brazo y mi corazón de cubano tienen fe en la victoria.  Y siento que un hermano extraviado me brinde la triste oportunidad de quitarle el filo a mi machete. Mas, porque Cuba sea libre, hasta el mismo mal, es bien.”

Recogen las versiones de la época que el encuentro se realizó en las lomas de Peladero, en la región guantanamera, y culminó como había asegurado Moncada, y desde entonces se recuerda aquel duelo como el más célebre de toda la guerra.

Sus últimas fuerzas las empleó en dejar organizada su sucesión y reunió a su Estado Mayor para dejar al mando al Mayor General Bartolomé Masó y al coronel Victoriano Garzón.

Falleció poco después en un campamento mambí cerca de Alto Songo, en la región oriental del archipiélago cubano.

El cinco de abril de 1895 la tuberculosis, contraída en las prisiones españolas, debilitó su salud y logró lo que ni el tan temido Pérez Céspedes, ni los españoles pudieron. Este día acabó la leyenda terrenal, pero se consolidó la inmortalidad del insurrecto mambí, uno de los combatientes más extraordinarios de nuestra historia, participante en las tres guerras de independencia.

Isamary Valero Padrón

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *