Ciudad de México: La elección general del 4 de junio en el Estado de México (Edomex), realizada junto a la de Coahuila, provoca un cambio drástico en las expectativas de los comicios presidenciales de 2024, muy desfavorable a la alianza de los partidos derechistas del país, publica Prensa Latina.
Podría decirse -como en el argot popular- que es el puntillazo para terminar de liquidar las aspiraciones de los partidos Acción Democrática y Revolucionario Institucional (conocidos como PRIPAN) de derrocar a la coalición Juntos Haremos Historia que aúna a Morena, Partido del Trabajo y Partido Verde, y con ello sepultar a la IV Transformación, el programa de gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
En la ecuación electoral 2024, Coahuila no cuenta por su poco peso en el padrón de 2,1 millón de votos en el supuesto de que todos asistieran a las urnas.
Pero el caso de Edomex es completamente diferente porque es el estado que más sufragios aporta con sus 17 millones de habitantes y la conexión con la Ciudad de México; juntos concentran más de la cuarta parte del electorado nacional.
Con Edomex la coalición encabezada por Morena gobierna 22 estados que agrupan a 90 de los 127 millones de habitantes de México, a lo cual se suma que son las entidades con más aportes al Producto Interno Bruto de la nación y que un mayor número de empleos proporcionan.
Para los analistas más extremos, perder Edomex es para el PRI un golpe tan demoledor que el partido surgido con la Revolución mexicana puede convertirse en un organismo en extinción, como le sucede en estos momentos a su aliado, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), una lastimosa entelequia subordinada al PAN.
GOLPE FUERTE PARA LA DERECHA
Desde un punto de vista estratégico y de pertinencia histórica, el conjunto de la derecha política como sector socioeconómico -con el control estimado de 30 millones de habitantes y menos de la mitad de ellos en edad de votar-, es la que recibe el golpe más fuerte, aunque intenten ocultarlo, por la derrota en Edomex.
El asunto estriba en el poder empresarial y la comunidad de penetración estadounidense con la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la Administración de Control de Drogas (DEA) y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid).
Son cabezas visibles del apoyo externo al conservadurismo mexicano, y se aflojan tanto con la pérdida de la posición principal, que las posibilidades para julio de 2024 llegan ahora a un nivel muy bajo, al punto de no darles tiempo a enderezar una estrategia a fin de revertir la situación.
De ahí que las encuestas den como firme que si las elecciones fueran ahora, cualquiera de los cuatro candidatos presidenciales de la coalición de Morena no tendría rival, ni en el PAN ni en el PRI, ni en la alianza Va por México, y el Palacio Nacional seguiría ocupado por el Movimiento de Regeneración Nacional.
A esa situación objetiva se añade que, en los casi cinco años del triunfo, la popularidad de López Obrador crece en lugar de disminuir: las promesas electorales las cumple de forma contundente y no es posible que la prensa adversa las desmienta.
Nadie puede negar que terminará su mandato como un presidente constructor de obras de profundo impacto social y económico, y se convendrá con las encuestadoras que Morena hoy es imbatible.
CRISIS DE LIDERAZGO EN COALICIÓN VA POR MÉXICO
Además de todos esos factores en contra, la actual coalición Va por México carece de liderazgo, no solamente dentro de la alianza con sus dirigentes partidistas Marko Cortés, del PAN, y Alejandro Moreno, del PRI.
También de los de “afuera” como el empresario Claudio X González, los intelectuales orgánicos -como les llama López Obrador- que lo rodean, y sus puntales en la Cámara de Diputados con Santiago Creel, que le dificultan una remontada frente a Morena.
Esa situación se refleja en la enfebrecida ola de aspirantes a la presidencia de la República que ya supera a la cuarentena de políticos, entre los cuales no descuella ninguno como rival de peso de Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Ricardo Monreal, los precandidatos de Juntos Haremos Historia, todos de Morena.
La derecha se abroquela en factores que van más allá de la lid electoral como forma de agotar todas las posibilidades de debilitar a Morena, como intentar restarle credibilidad como partido. Asimismo pretenden desacreditar a sus líderes, cuestionar, afectar y hasta frenar las obras estratégicas y los programas sociales que son el corazón de la IV Transformación en el plano económico, y la relación de armonía y respeto con el pueblo, su base de poder.
Emplean para ello, sin cortapisa, el Poder Judicial, único sobre el cual mantienen hegemonía, pero hasta ahora con resultados contraproducentes pues contribuye al destape de los magistrados corruptos que antes ni siquiera se conocían sus nombres y cargos y podían actuar con toda impunidad, y ahora tienen que dar la cara.
EL FUTURO DE LA SCJN EN JUEGO
Esta subordinación judicial explica en parte -más allá de intereses espurios- que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) vetara prácticamente todas las iniciativas, decretos y leyes emitidas por el Ejecutivo.
Incluye las aprobadas por el Congreso, amparadas en la Constitución, y que en teoría no podrían ser invalidadas por otro poder como sucedió con las leyes electorales secundarias y el decreto que declara las obras estratégicas de interés nacional y seguridad.
Indirectamente, los resultados electorales en Edomex influyen también en el futuro del actual Poder Judicial, pues el caudal de votos de Morena, ahora aumentado hipotéticamente a un área de 90 millones de habitantes, sienta al menos las bases para lograr la meta principal en las elecciones de 2024.
Es decir, de ganar la mayoría calificada en el Congreso, la SCJN no podría frenar esta vez una reforma judicial que elimine las actuales estructuras, los altos salarios y la designación a dedo de sus magistrados.
Las empresas extranjeras dañinas para el país, como la española Iberdrola y varias estadounidenses, perderían a su principal aliado en México, y ya la SCJN no estaría a merced de ellas, como explicó en reiteradas ocasiones el presidente López Obrador.
Incluso señaló por sus nombres a los magistrados que votaron en contra de los intereses del pueblo y a favor del capital foráneo.
CAMINO DE DEFINICIONES
De todas formas, queda por delante un largo camino de 12 meses que serán principalmente de definiciones. Habrá deserciones de uno y otro bando, corrida de piezas en el tablero político buscando un jaque mate a la IV Transformación, bastante difícil de lograr.
O un debilitamiento más basado en los problemas internos de Morena y sus divergencias, que en las fuerzas políticas reales del PAN y del PRI cuyo objetivo inmediato es fortalecerse.
Ese es el gran reto que tienen por delante los morenistas, quienes todavía están en la etapa de consolidación de un partido con muy poca data, pero que cada día gana en organización.
En el caso de la oposición ambas organizaciones, PAN y PRI, están pugnando para no cambiar de caballo en plena carrera porque un nuevo liderazgo, que debió acontecer hace años, no se produjo.
En el curso de estos cuatro años se demostró que son jamelgos cansados, sin carisma ni discursos creíbles hasta para sus propias militancias.
Saben que hay enormes posibilidades de no llegar a un buen fin en 2024, por eso para ellos también la gran batalla es que Morena no logre alcanzar en los comicios más estratégicos de la IV Transformación la mayoría calificada en el Congreso e intentar, a partir de allí, frenar su avance y mediatizarla, lo que han tratado de hacer inútilmente hasta ahora.