Cuentan que cuando José Martí la visitó en 1892 en Jamaica, quedó cautivado por el espíritu bravo y la esencia vital de Mariana Grajales Cuello.
La madre de los Maceo, entonces con 77 años de edad ya era toda una leyenda entre los combatientes por la independencia de Cuba, protagonista de anécdotas que le valían el respeto de los más reconocidos generales del Ejército Libertador.
“Tenía manos de niña para acariciar a quien le habla de la patria”, escribió el Apóstol admirado por las delicadas manos que durante la Guerra de los Diez Años auxiliaron a centenares de mambises heridos, incluidos sus hijos, muchas veces impactados por el plomo colonizador; las mismas manos que además de su faena como enfermera, trasladaban armas y pertrechos y arreglaban la ropa de los combatientes.
La madre de catorce hijos a los que educó para que tomaran la senda de la libertad de Cuba a sojuzgada por el yugo español, trascendió por establecer desde el hogar, un modelo excepcional de conducta, a partir de su ejemplo, donde la lealtad los principios y el honor devendrían valores esenciales de la estirpe formada por la matriarca.
Tal era su dimensión humana y patriótica que sobre ella dejara este testimonio el más universal de los cubanos: “Si me hubiera olvidado alguna vez de mi deber de hombre había vuelto a él con el ejemplo de aquella mujer”
Al cumplirse hoy 208 años del natalicio de Mariana Grajales Cuello es justo honrar el legado de la cabal mujer en la exacta medida que ella nos habría demandado. Empinándonos ante las dificultades para bien de la patria.
Tomado de Radio Rebelde