Rogelxander Balmaceda Benítez, artista de la plástica.

Un colorido mural que adorna uno de los edificios del centro de Jaruco, en Mayabeque, ha cautivado en los últimos días a los lugareños y visitantes de la también conocida Ciudad Condal.

Para muchos ha sido el renacer del proyecto: “Entre muros y colores, que hace más de un lustro reunió a un grupo de artistas de la localidad, decididos a disolver en el arcoíris de sus pinceles el gris que dejan el abandono y el tiempo en la añeja ciudad.

Para su autor, miembro de aquella hornada de creadores, el pintor Rogelxander Balmaceda Benítez, el propósito fue ofrecer un regalo a su gente, a su pueblo.

“Me llena de mucho orgullo este mural que he obsequiado al pueblo de Jaruco. Esa pared, antes indiferente, hoy con sus colores le está dando esperanza a las personas”, así expresó.

El artista de 37 años de edad, cuenta que le tomó menos de cuatro días completar su proyecto urbano; que fueron jornadas de mucho calor, pero al concluir sintió un especial regocijo. Los elogios y las muestras de agradecimiento que recibió, respondían exactamente a la pregunta que dejó plasmada en el mural: Yo le pongo corazón Y tú.

Tal vez sea esta su obra preferida, me digo, y le hago la pregunta. Sin embargo, no puede más que admirarme la respuesta. Su pintura favorita, afirma, es la que terminó, la que acaba de empezar y también aquella que está flotando en el viento, con sus musas. Se enamora de cada cosa que hace, confiesa sin una gota de duda.

Rogelxander dibujaba desde pequeño, recuerda que un día vio a un pintor, amigo de su familia, haciendo un cuadro y quedó totalmente encantado. Desde entonces, decidió que su mundo sería el arte y su camino, la pintura.

La oportunidad de moldear el don que lo hacía vibrar llegó con la apertura de las Escuelas de Instructores de Arte. Allí encontró las herramientas indispensables para consagrarse como artista.

Cuatro exposiciones personales, entre ellas Cocteles para un conde, otro regalo a su Jaruco, y muchas otras colectivas, sin contar sus murales callejeros, distinguen su quehacer como miembro de la Asociación Hermanos Saíz.

Le enorgullece su condición de jaruqueño, lo admite, aunque vive en la actualidad en San José de las Lajas. También agradece el hecho de amar a una mujer, también artista (instructora de arte) con quien tiene dos hijos, niños que disfrutan, como ellos, del teatro, el canto, la pintura, el arte.

Su proyecto de mañana y de todos sus futuros es pintar. No concibe otra manera de vivir, de amar. Hacer lo que le gusta a uno tiene más valor que todo el dinero del mundo y no es negociable, dice con total firmeza.

La única ambición que pudo anidar en su alma, y que tampoco cambiaría por un cofre del tesoro, es dejar una obra para la posteridad”. “Tal vez en vida no alcance el máximo esplendor, pero el brillo de esa obra podría seguir iluminando a otras generaciones como algo lindo y grande”, expresa.

Rogelxander no pasa de un metro 64 de estatura, pero lo veo como un gigante. Cuando está frente a un lienzo o una pared pálida, la desesperanza, el miedo y la tristeza huyen despavoridos de sus pinceles y de su corazón.

Así se aprecia en el mural que embellece a Jaruco desde este seis de julio. En la niña que transforma sus manos en una suerte de corazón-caleidoscopio resplandece su impronta. Y es que esa pintura es también un poema, una fiesta, un amanecer. No podía salir otra cosa de las manos del artista, orgullo de Mayabeque y de Cuba: Rogelxander Balmaceda Benítez.

Marlene Caboverde Caballero