Corre el mes de julio, marcado por la historia, también por este tiempo difícil, que tatúa el alma, que estremece y nos permite sabernos fuertes, probados ante tamaños desafíos.
Cuba, apreciada desde el siglo 15 por Cristóbal Colón como la tierra más hermosa vista por ojos humanos, se inscribe en este siglo 21 como blanco de los que no perdonan, de los que insisten en nublar su esencia, pero también blanco de los que la sueñan mejor, de los que disponen sus energías para sostenerla ante la adversidad.
Anda julio, cargado por las altas temperaturas, con la insatisfacción por las carencias, los altos precios, la burocracia, el éxodo de muchos que apuestan por otro futuro, el bloqueo que hace más de medio siglo nos asfixia y sofoca a más no poder y en medio de ello la esperanza de seguir el rumbo que nos dé la gana: el propio.
Por estos días de julio que recuerdan al poeta nacional, me descubro ante sus sabias letras, ese “No sé por qué piensas tú…si somos la misma cosa”, y es por ello que julio me resulta también oportuno para reflexionar, para desde la matemática más auténtica sumar voluntades y permitirnos hacer un país mejor.
Desde la disciplina y la responsabilidad, desde la conciencia y el compromiso, desde la sensibilidad que debe asistir a cada acto de nuestras vidas, hagamos el bien, unamos todas las manos para que fructifique la vida.
Julio es un mes intenso, inscrito en la historia, que corre ligero y en él la impronta de generaciones, que lidian con el calor, algún que otro apagón, pero sobre todo que perseveran en sus sueños y sin perder la alegría.