Fidel es una isla y no por extensión geográfica sino porque como un puño continúa uniendo un pueblo, que con orgullo afirma: Yo Soy Fidel.
Fidel es el mar del Caribe paradójicamente refugio y farallón en el que se estrellan los ciclones, Fidel es el sol de los buenos ante al que quiso morir Martí, su inspiración y su guía.
Fidel es el futuro que vive en cada niño, en cada adolescente, y joven cubano.
Fidel es la dignidad, es la intransigencia legada por Maceo, enraizada en su obstinación de no claudicar jamás, sintetizado en la convicción y el único destino posible de nuestro PATRIA O MUERTE, VENCEREMOS.
Fidel es la fuerza, es el amor de todas las mujeres de mi generación, y de la que me antecedió, las que se disputaban el abrazo verdeolivo en cada una sus muchas y asiduas apariciones populares a lo largo y ancho del país.
Fidel es el enigma de no saber dónde radica su magnetismo, su poderío sobrenatural como refieren los habitantes de Surgidero de Batabanó, oloroso a sargazos y a salitre quienes refieren categóricamente que podía desviar ciclones.
Fidel es un país y un latido, es la verdad y la justicia, es tierra, semilla, raíz, árbol, fruto.
Fidel se levanta como una bandera universal de la dignidad. Fidel es un luchador y un vencedor. Fidel es un privilegio de Cuba y un paradigma de todos los pueblos.
Festejar, este 13 de agosto, el cumpleaños 97 de Fidel, es celebrar su sobrevida, su necesaria presencia, legándonos, su esperanzador optimismo, inspirándonos, su imponente voluntad, jamás quebrada, sosteniéndonos y acompañándonos. (IVP)