Bastante se habla acerca de la responsabilidad ciudadana, pero no todos conocen lo que esta significa y ni la practican.
Hace algunos días mientras pasaba por el parque de mi municipio veía como un niño de quizás 9 años le reclamaba a su mamá no botar basura al lado de los bancos, puesto que había cestos para eso.
Aquel incidente quedó grabado en mi cabeza y mientras escuchaba las palabras de una antigua profesora que comentaba que a veces los niños son más disciplinados, obedientes y consecuentes con sus accionar que los propios adultos.
Sabemos que no falta razón cuando se comenta que los vertederos están en todas partes pues en cualquier esquina por la que camines estos proliferan cada vez más y resulta increíble que no se le preste la atención que le corresponde.
Es necesario que estas mismas personas que comentan sean partícipes de que se eliminen gradualmente y contribuyan a la educación ambiental de la población.
Más allá de ello, debemos tener una conducta social adecuada ya que no resulta nada extraño escuchar los comentarios de que “ese viejo no sirve para nada”, “no voy andar contigo, con esa ropa fea” o “mira el religioso aquel”.
La forma de vestir, la raza, la edad, la religión no define quiénes somos. Seamos libres de elegir nuestra identidad y que esa misma libertad y responsabilidad nos haga ser personas consecuentes con nuestra manera de mostrarnos en la sociedad.