Admito que me cuesta hablar sobre Aramís Padilla Martínez , el más bruto, humilde y grande de todos los guajiros inteligentes y talentosos que he conocido. Es como un niño grande.
Y comienzo por decir que hace muy poco me referí a cuatro de los poetas bucólicos que más me han impresionado y considero referentes. Es obvio que Aramís es uno. Y aun cuando asumo que me gusta la polémica, no soy dado a las comparaciones. Pero Aramís, El Poeta del Navío, el nacido entre San José de las Lajas y Melena del Sur, es un verdadero crack de la poesía improvisada y cantada.
Según mi apreciación, su réplica de la llamada Controversia del Siglo, es la única, y mira que se han intentado, que supera las estrofas de Naborí y Valiente, algo por todos impensado, y que, para mí, es un secreto a voces. Vean una de las décimas de Aramís:
Cuatro de la madrugada,
suena el reloj, ve al ordeño,
lava tu rostro de sueño
con un jarro de agua helada.
Enyuga y pasa la grada
que hay que sembrar más comida;
hay una vaca perdida:
¿Quién vio al ladrón?,
no hay quien hable;
es esa la interminable
dramaturgia de tu vida.
Ahí están: lo moderno, lo dialógico, lo cinético, lo distinto, y también “lo cubano en la poesía” ponderado por Cintio Vitier. Aramís es un poeta guajiro, a lo mejor el menos universal de los repentistas en términos de riesgo, y me refiero a su no vocación cultista, pero sí es un gran poeta, emotivo, irracional, cromático y honesto (en el decir) sobre todas las cosas.
Mucho dará, ya lo hace-, de qué hablar. Su lirismo es fotográfico, acendrado, es y no es discutible en mi opinión, el mejor discípulo de Omar Mirabal y Roberto Rodríguez Cruz, un viejo repentista de su zona, de quien muy poco se habla y fue espejo de muchos.
Aramís es el auténtico juglar campesino, el más sobresaliente de nuestros criollistas de moda. Y no es una sutileza, es el cantío del gallo en el amanecer de la ciudad. Un hombre que sabe dónde nació y dónde quiere morir:
Yo quiero morirme donde
un sombrero se levanta
cuando el primer gallo canta
y el segundo le responde.
Donde el pozo el agua esconde
lejos de la sed del tubo
Y hay que subirla en un cubo
con la roldana chillando
como una rana pasando
por la garganta de un jubo.
Mucho le deberemos a su exquisita tonada de ruralísimo acento y sobrada cubanía. Se trata en mi criterio del más guajiro de los repentistas actuales. En las dos o tres últimas promociones de poetas no hay uno que lo aventaje en aplatanamiento, es un poeta de actualidad, orgánico, prácticamente único en su especie, además de un excelente laudista de ocasión.
Omar, Ernesto Ramírez y Juan Antonio Díaz son la horma y Aramís el zapato, un zapato de cuero bien curado y mágico lustre. Y no todos tienen que estar de acuerdo conmigo, ni siquiera Aramís. Me despido con dos décimas suyas que forman parte de la referida controversia al campesino:
Cuando tu mano le abona
las raíces a la planta
sobre el surco se agiganta
el honor de tu persona.
Y el día que alguien cuestiona
los botines que te pones,
la casa, los dos camiones
y el aire acondicionado,
todo está justificado
con sangre de tus pulmones.
***
Si en el año llueve poco
tu siembra se echa a perder,
si llueve a más no poder
no habrá cosecha tampoco.
El clima te vuelve loco
porque con él no hay contrato
para lograr que un boniato
vaya del surco al camión,
del camión vaya al fogón
y del fogón vaya al plato.