Randy Herrera López. Foto: Semanario Mayabeque

Mayabeque, Cuba. Hace 13 años, Randy Herrera López, dibujó en un papel el croquis de la finca que soñaba crear. Su aspiración, no solo obedecía a los constantes llamados de producir alimentos donde fuera posible y con sudor ciento por ciento cubano. El deseo de encontrar algún trozo tierra tragado por la maleza para transformarlo en un paraíso, nacía de su compromiso con la madre tierra.

La locura

Hace poco más de dos años le entregaron, en usufructo, ocho hectáreas que estaban cundidas de marabú y lloraban los cuidados. Cuando llegó al sitio ubicado en el kilómetro 33 y medio de la carretera central, casi enfrente de la fábrica de cables Conrado Benítez, en las inmediaciones de la ciudad de San José de las Lajas, lo acompañaba su mujer Yolanda Mato, otra apasionada de la naturaleza. En aquel momento, le llamaban loco porque se recuperaba de varias dolencias y llevaba los bolsillos casi vacíos, pero en cambio, tenía lo más valioso: los conocimientos acumulados en una década de trabajo en el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA).

El rostro de su tierra roja yacía bajo las raíces de la plaga espinosa y de cientos de rocas de todos los tamaños. Con la ayuda de amigos y familiares desbrozó el lugar que, poco a poco, se fue pareciendo a la idea acunada en su cabeza por tanto tiempo. Cuando trazó el camino bordeado por las mismas piedras que impedían los frutos y la belleza, desde la carretera a su suerte de niña recién nacida, sintió haber sobrevivido a una tormenta y, después de la tormenta, dice Randy, siempre llega la bendición. Y así nombró a la finca que es hoy un Proyecto de Desarrollo Local (PDL).

La Bendición

Próximos a la casa, todavía a medio hacer, se yerguen dos árboles, uno de aguacate y otro de guanábana, que ya estaban allí cuando Randy llegó para cambiarlo casi todo. A unos pasos, la casa de cultivo tapado donde ya ha cosechado apio, perjil, lechuga y repollo. La flor de Jamaica, de la cual elabora vino, así como plantas de maracuyá, también embellecen su parcela. En La Bendición sobresalen el plátano (200 ejemplares), la misma cantidad de arbolillos de limón y naranja agria, cafetos y berro.

Aunque todavía trabaja en la creación de un sistema de riego, logró las primeras cosechas de tomate y de maíz regando, manualmente, los canteros. El mismo método, en meses tan secos, lo aplica para hacer crecer una variedad de caña que quiere destinar para semilla.

También se empeña en la creación de un bosque martiano. Completar las especies que el Héroe Nacional enumeró en su diario de campaña, es un compromiso con los alumnos de las escuelas lajeras que ya han venido a visitar La Bendición y con la Sociedad Cultural José Martí de la provincia, que le confió una misión tan verde y tan cubana como las palmas.

Proyectos

¿Podrá con todo eso? Provoco al hombre delgado, de piel tostada y ojos como avisperos, mientras enumera, o más bien, dibuja cada uno de sus sueños. Para continuar con su locura, dice, pretende criar cabras, gallinas y también aves exóticas en unas naves para las cuales ya dispone de algunos recursos materiales. Construir cuatro espejos de agua, cultivar la fresa y hasta la stevia, este último, un edulcorante natural, figuran en planes.

Señala el trozo de terreno donde, asegura, levantará dos ranchones para actividades recreativas, un parque infantil y una guarapera.  Con la misma convicción, habla de la minindustria futura, de economía circular, de turismo rural en sus predios.

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Desde que recogieron los primeros frutos, comparten con la vecindad, donan al Hogar de niños sin amparo familiar y apoyan con alimentos a entidades de las FAR y AZCUBA. Y hasta los viejos del barrio en San José de las Lajas que vieron nacer a este técnico de Contabilidad devenido agricultor, disfrutan de lo cosechado en La Bendición.

“Ya nada me detiene”, afirma quien ya sorteó no pocos obstáculos burocráticos para concebir este proyecto de vida y transformarla en un Proyecto de Desarrollo Local que irradia bienestar a la comunidad.

La finca de Randy y Yolanda comienza a aportar comida sana y más barata, conseguida sin químicos, aplicar bioproductos que se producen en la propia provincia. Aquel croquis que hace más de una década trazó el hombre de 49 años de edad es ahora un bordado en el paisaje de San José de las Lajas y la prueba de que la tierra entrega lo que le das. (IVP)

Marlene Caboverde