El verano y las vacaciones son un buen momento para una beneficiosa relajación física y mental tras las presiones y agobios cotidianos del resto del año. Pero no hasta el punto de descuidar las precauciones básicas de salud, porque los riesgos sanitarios no se toman el más mínimo descanso. Frente a ellos, la mejor manera para disfrutar de un verano saludable es la prevención.
Un cuidado que debe cubrir en cualquier escenario vacacional los típicos riesgos veraniegos relacionados con el sol y las altas temperaturas, así como la ingestión desmedida de bebidas alcohólicas y el cambio frecuente de parejas, sobre todo en playas y campismos.
La exposición extensa al sol puede ocasionar quemaduras y otras consecuencias irreparables para la piel. Todo debe ser con medida.
Esta es una etapa en la que se facilita el cambio frecuente de parejas mediante los encuentros ocasionales, y si no utilizamos la debida protección corremos el riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual.
Lo mismo sucede con la ingestión de bebidas alcohólicas. Al beber alcohol en verano e incrementarse la temperatura corporal, con el calor y la deshidratación que se va generando, es posible sufrir un golpe de calor.
A ello se suman las indisciplinas sociales, tras los efectos de la embriaguez, lo cual deja una mala imagen en el resto de las personas que nos rodean y en muchos casos lleva a riñas tumultuarias con consecuencias fatales para la vida.
También bajo los efectos del consumo desmedido de alcohol pueden ocurrir accidentes que ponen en riesgo la vida del chofer y de quienes lo rodean.
Beber no es sinónimo de diversión y el verano es una etapa en la que buscamos la distracción y pasar un buen rato entre amigos y familiares. Disfrutar de las bondades de la naturaleza y de una agradable compañía, de una forma sana, son elementos que integran la fórmula para pasarla bien. (rda)