Fabián: voz de los azucareros

Cuando Fabián López Osorio supo que debía cumplir el periodo de adiestramiento en la Empresa Agroindustrial Azucarera Héctor Molina, en su pueblo natal de San Nicolás, en Mayabeque,  pensó: “me embarcaron.” Corría el año 2020 y en medio de la frustración que le provocó la noticia, el joven que acababa de graduarse de Ingeniero Automático en la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría, era incapaz de adivinar que él jugaría un papel clave en la metamorfosis de la antigua fábrica de azúcar, patrimonio queridísimo de sus antecesores.

Apenas puso los pies en el central, recibió el apoyo de los instrumentistas del departamento, admirados ante la destreza de un muchacho de academia que, sin aires de grandeza, llegaba como caído del cielo para mejorar el coloso azucarero, herido por el tiempo, el bloqueo y otros males.

Fabián se empeñó tanto en la tarea de optimizar los procesos productivos que, luego de unos meses, ya no hizo falta que los especialistas de AZCUBA viajaran hasta el Héctor Molina para solucionar problemas de automática, él  había tomado las riendas del asunto y de qué manera.

Dos años después, cuando explotó una de las calderas y muchos pensaron que el Héctor Molina se apagaría sin remedio, el joven ingeniero se convirtió en la carta de triunfo. “La administración de la empresa decidió construir una columna de destilación de aguardiente, producto que se estaba comercializando a un buen precio y que podía salvar a la empresa y al central de ser paralizado”, recuerda.

Concebir una destilería en las entrañas del Héctor Molina fue su bautismo de fuego. En apenas 101 días de labor lo consiguieron. “Yo participé en todo el proceso de construcción de la columna de aguardiente y fui el encargado de automatizarla con un gasto mínimo, usando recursos propios.  También computaricé otros sistemas de destilación presentes, como el de producción de alcohol técnico A y alcohol Fino. En el proceso aprendí a operar las columnas como destilador, para después enseñarles a los operadores a trabajar con las nuevas tecnologías.”

El sello 8 de octubre que le concedió este año la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (Anir) avala la significación de ese aporte para la empresa mayabequense y para la industria azucarera del país.

Además de atender la destilería, Fabián se vinculó también a la creación y puesta en marcha de una ronera donde ya se añeja la bebida alcohólica en más de 500 toneles, lo que les permitirá producir un ron de identidad propia. Insatisfecho con lo logrado hasta ese momento, este ingeniero, hoy de 28 años de edad, también desarrolló una aplicación para dispositivos Android, que usan los especialistas para hacer de manera rápida las distintas formulaciones y mezclas de rones.

Eso no es todo. Actualmente, la destilería se encuentra en un proceso de inversión que busca construir un sistema de tamices moleculares para obtener alcohol absoluto, antiséptico que hoy se importa y es muy necesario en los hospitales e incluso puede usarse como combustible. “Yo me encuentro vinculado a esta inversión, siendo la contraparte de la empresa para el montaje del sistema automático que es muy complejo y costoso, (alrededor de 500 000 dólares)”, precisó.

Igualmente, tiene el encargo de automatizar un turbogenerador y una nueva caldera. Lo primero, les garantizará la autonomía eléctrica e incluso aportar al sistema electroenergético nacional y lo segundo, incrementará la capacidad de generación de vapor.

Fabián aprendió de sus padres, un ingeniero pecuario y una enfermera, que el éxito no viene en una caja de regalo; hay que construirlo con pasión y por sobre todas las cosas, con trabajo.

Siguiendo esa enseñanza, ganó el respeto de sus compañeros y, que nadie lo dude, un puesto en la historia del Héctor Molina.

Por todo ello, su colectivo lo eligió como Delegado directo  a la III Conferencia Nacional del Sindicato Azucarero que acaba de sesionar. Su presencia enalteció al proletariado de un sector que, pese a las adversidades, crece, diversifica y defiende una tradición cubanísima que “embarcó”, en el mejor sentido de la palabra, al joven ingeniero de San Nicolás Fabián López Osorio. (rda)

Marlene Caboverde Caballero