Mayabeque, Cuba: Cada mañana a pasos ligeros la lajera Liliana Naranjo Vázquez emprende su camino hacia la avenida 47, esquina 80 de la capital de Mayabeque, donde radica el Tribunal Provincial Popular (TPP), que es su centro de trabajo hace apenas tres meses.
Su voz tímida se escucha en el saludo a sus compañeros y luego se difumina cuando traspasa el acceso limitado que identifica al Archivo del TPP, un espacio donde salvaguarda la labor de Técnica de Gestión Documental y Archivo, heredada de Joaquín Llaverías Martínez, historiador, escritor y precursor del oficio de archivero en Cuba.
La acoge el silencio en el amplio local, su buró de trabajo, cientos de estantes y miles de expedientes. “Aquí recepciono, valoro y archivo los expedientes de todas las causas procesales del tribunal. Las enumero por año, número de causa y materia para garantizar la conservación de la memoria histórica de la actividad judicial y para que sirva de material de consulta a investigadores y estudiantes de la historia judicial”, testificó Naranjo Vázquez con entrecortadas frases.
Liliana a los 38 años de edad mantiene la timidez de una niña, el apego a la tranquilidad de su oficio y al cumplimiento estricto de su responsabilidad en el Archivo del TPP, que es una sección del Archivo Central, que radica en el Tribunal Supremo Popular (TSP).
“No puede entrar nadie a esta área, cada vez que salgo cierro con llave. Yo soy consciente del tesoro que protejo. En el archivo se conservan documentos desde el año 1979 hasta el 2024. Hay muchos expedientes que una vez cumplido el tiempo se certifican las causas, pero hay otros que no se depuran por su relevancia e impacto histórico, político y social”, afirmó Liliana.
Antes de ocupar este cargo Liliana era responsable del Archivo de los registros de la Fiscalía. “La organización es fundamental en el archivo, yo siempre he sido apasionada de esta actividad. Para muchos puede parecer aburrido, pero para mí es un trabajo bonito y no es engorroso. Se aprende muchísimo con la lectura de los expedientes, conozco de causas, diferencio las materias y hasta me sensibilizo mucho, hay expedientes relacionados con asesinatos y violaciones, temáticas bien lamentables”, reconoció la joven archivera.
La exposición al polvo, el trabajo minucioso con materiales desgastados por los años y la inaccesibilidad de los estantes pudieran aminorar la satisfacción de Liliana por la actividad. Sin embargo, para ella no se compara con el universo de saberes, la serenidad y relevancia del oficio de archivera, una verdadera defensora de la memoria histórica. (rda)