A pesar del regocijo que presupone la fecha del 13 de agosto, los habitantes del poblado de Ñancaguazú, en el municipio de Batabanó, no pudieron evitar que desde el amanecer en aquellos lares los sobrevolara la tristeza. El Comandante, quien se marchó, aun sin tiempo para la partida, les hace y les seguirá haciendo falta físicamente siempre.

Un hombre en especial, en este sitio, desanda las calles, recordando con prodigiosa memoria las tantas veces que Fidel Castro visitó las viviendas recién entregadas, y el orgullo se escapa en cada frase al recordar como requería el Comandante la presencia del hombre de las polainas, como lo llamó desde el primer momento, al verlo siempre enfundado en aquellas botas tan altas.

Se trata de Remigio Rodríguez Pérez, el mítico Buenas Tardes, beneficiario de aquellas nuevas y confortables casitas, que venían a satisfacer las necesidades de numerosas familias, sustituyendo las precarias viviendas y bohíos, diseminadas por los campos de ese territorio.

Si no fuera porque todos saben que lo contado es cierto, cualquier visitante incrédulo pensaría que las historias que recrea Remigio, por aquel entonces Jefe de la Maquinaria que roturaba las tierras, sobre la presencia de Fidel están signadas por la fantasía de una memoria marcada por los muchos años vividos o por la enfermedad.

Lo cierto es que Buenas Tardes, como lo conocen todos, recorre con paso lento su querido Ñancaguazú, señalando a los curiosos el sitio exacto del entonces engalanado terreno deportivo, desde donde Fidel le habló a la multitud alborozada por la nueva época de cambios que para ellos se materializaba el 18 de junio de 1968, hace ahora 50 años.

Entonces más que tristeza se siente nostalgia y unido a ello la felicidad de sentirlo eterno, presente para los nuevos tiempos y los venideros. (LHS)

Olga Lidia Gómez Ramos

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