La Revolución no le pide a los padres que se ocupen de la educación de los hijos, se lo exige; marcó mi vida futura, desde el momento en que ante el llamado de la Patria, decidí ser maestra.
Mucha agua ha pasado desde entonces debajo del puente, sin embargo creo en la máxima y la defiendo.
Cuando me tocó dirigir un centro similar a aquel también coloqué un letrero similar con el objetivo de que cada padre de paso por el lugar recibiera el mensaje: La escuela no se desentiende de su responsabilidad pero necesita del liderazgo de la familia en el proceso de enseñanza aprendizaje.
La educación tiene un objetivo muy claro: el desarrollo integral del niño y es en el hogar dónde encuentra las raíces de ese desarrollo.
La familia es vital tanto para la sociedad como para el desarrollo del ser humano. La educación es tarea primordial, aunque compartida de una manera significativa con la escuela, con el entorno, y con el contexto social.
Dentro de casa se dan las primeras interacciones, se establecen los primeros vínculos emocionales y vivencias con las personas cercanas. Es este medio dónde el niño realiza los aprendizajes sociales básicos que le ayudarán en su relación consigo mismo y con los otros.
Para que la relación con la escuela sea efectiva debe integrarse como parte esencial, la escuela comparte con esta la labor de educar, completando y ampliando sus experiencias formativas.
Conseguir que la educación sea eficaz depende totalmente de una unidad de criterios educativos esta establecidos en la casa y en la escuela y para conseguir este fin es necesaria la comunicación y coordinación entre maestros y padres.
Como en cualquier esfera de la vida creo que se deben buscar el balance. A propósito me gustaría citar al filósofo y ensayista José Antonio Marina: “Los padres solos no pueden educar a sus hijos, hagan lo que hagan, porque no pueden protegerlos de otras influencias muy poderosas”.
La intervención de padres y maestros es imprescindible, pero todos debemos conocer que en la tupida red de influencias en que vivimos todos ejercemos una autoridad educativa, mala o buena por acción u omisión.
Es imprescindible una movilización educativa de la sociedad, que retome el espíritu del viejo proverbio africano: “Para educar a un niño hace falta la tribu entera”.(IVP)