La música cubana históricamente se ha caracterizado por el humor y la picardía. Picardía que, no obstante, no es sinónimo de vulgaridad, esa que parece llegar a su esplendor en los últimos tiempos.
Para nadie es un secreto que, en ese giro que sufre nuestra música, las canciones populares cada vez más incorporan letras obscenas y machistas. Vale la pena entonces recapitular las raíces, para evitar la pérdida de la esencia del arte nacional.
Pedro Pablo Aranzola es uno de los nombres que merecen ser rescatados y cuya obra –expresión de cubanía- deben revisitar a menudo los autores de música popular bailable.
¿Quién fue Aranzola?
Pedro Pablo Aranzola nació en Nueva Paz el 29 de junio de 1917. El lugar exacto donde vivió cuando niño hoy resulta una incógnita hasta para los familiares que quedan en el poblado. Pero lo que sí es un hecho es que allí, desde bien temprano, dio rienda suelta a su creatividad.
“Mi mamá me contó que cuando pequeño era muy ocurrente. A cada rato tarareaba una rima que le surgía de pronto y siempre tenía una respuesta para todo”, afirma Laura Aldama, hija de una hermana de crianza de Aranzola.
Carucho, como le llamaban los allegados, se fue a vivir para La Habana muy joven. Allí conoció a Graciela, con quien posteriormente se casó y formó una familia.
Durante sus primeros años en la capital, se ganó la vida ejerciendo varios oficios: primero trabajó como limpiabotas, luego se hizo de una peluquería para personas negras en Marqués González y Salud. Por ese entonces, cada vez que tenía un tiempo libre escribía canciones.
Cuando debutó en la música…
“A la peluquería de Aranzola asistían amigos de la orquesta Aragón, a quienes hablaba de temas musicales escritos por él. Allí comenzó a visitarlo Richard Egües, nuestro flautista, quien tuvo la sabia idea de proponer a Rafael Lay algunos de estos números. Así surgió el vínculo con la orquesta”, rememora Guido Sarría Rodríguez, ex integrante de la Aragón.
Entre Aranzola y Egües se fraguó una buena amistad. Pedro Pablo escribía sus temas, luego los tarareaba al flautista y este hacía los arreglos para presentarlos en la orquesta.
El periodista Andrés Machado Conte, quien fue amigo de Carucho en sus últimos años de vida, recuerda haber visto un piano en su casa; pero no se sabe a ciencia cierta si dominó el instrumento. Aranzola era más un creador natural, de instinto.
“En la orquesta hemos montado alrededor de seis o siete temas de Aranzola, que aún tenemos en nuestro repertorio y son esperados por el público. Quizás el más popular sea El paso de Encarnación, pero ha habido otros que nos han dado muchas satisfacciones, como Los problemas de Atilana, Sin clave y bongó no hay son y Si sabes bailar mi son”, señala Rafael Lay hijo, actual director de la Aragón.
Precisamente, Si sabes bailar mi son, canción que -según el propio autor- fue dedicada a Nueva Paz, resultó el tema de presentación de un programa que emitió Radio Progreso durante varios años con la música de la Aragón.
Aunque Aranzola es conocido principalmente por los temas que popularizó la orquesta dirigida por Rafael Lay, sus canciones fueron y son interpretadas por otros muchos conjuntos.
Chapotín, por ejemplo, cantó algunas como El pueblo de donde soy, que es un homenaje a Nueva Paz. Además, agrupaciones foráneas como Dimensión Latina y artistas de la talla de Diego El Cigala también han versionado sus temas.
Apuntes sobre Encarnación y Atilana
Las canciones de Aranzola son verdaderas muestras del ingenio y cotidianidad criollos. La mayoría están basadas en historias reales e, incluso, los nombres de las protagonistas, como Encarnación y Atilana, son verídicos.
Encarnación y Tomás, según explica Andrés Machado Conte, eran un matrimonio vecino del compositor. La historia surgió en un bailable. Mientras tocaba el conjunto de Chapotín, el cielo comenzó a nublarse. Encarnación llevaba un vestido de medio paso y Tomás le advirtió que debían irse, pues después le sería muy difícil caminar bajo la lluvia por lo apretado del atuendo. De ahí surgió la inspiración para el que ha sido el tema más versionado de Aranzola.
Años más tarde, según contó el compositor a Conte, como muestra de agradecimiento, el matrimonio abrió un café al que bautizaron como El paso de Encarnación.
La historia de Atilana también es real. Se trata de una señora que llegó una vez a la peluquería a teñirse el cabello. Cuando se quitó el pañuelo que llevaba en la cabeza, su pelo exhibía tres tonalidades distintas y varias canas. Pero en el local no había tinte, así que dio su número de teléfono para que le avisaran cuando hubiera. Dijo que se llamaba Atilana y que si ella no estaba podían dejarle el recado con su esposo Cirilo. Ante tanta información, Aranzola tuvo material suficiente para componer uno de los temas más populares inmortalizados por la Aragón.
Tras la buena acogida dada por el público a El paso de Encarnación y a Los problemas de Atilana, los músicos de la orquesta encargaron a Carucho que escribiera otra canción semejante. Fue así como surgió Charlas del momento, una conversación imaginaria entre Atilana y Encarnación sobre la moda de la época; tema que también fue un éxito.
Un lugar en la memoria
“Aranzola fue un compositor relevante en gremio de los músicos charangueros clásicos, sobre todo por El paso de Encarnación. Tenía ideas muy originales, esa es la palabra”, señala Lay.
Sarría lo recuerda como un creador nato, con mucha sensibilidad para extraer del entorno historias cotidianas y convertirlas en arte. Siempre engalanando la realidad, siempre amigo de la orquesta.
En Nueva Paz, sin embargo, se ha descuidado la historia de quien fuera uno de los compositores más destacados de la música popular bailable. Apenas existe información sobre su obra y su vida allí. Ni siquiera hay una tarja que simbolice el lugar donde nació quien dedicara dos de sus canciones al terruño neopacino.
Aranzola, indudablemente, fue un cronista de su época, un cubano dicharachero que aportó a nuestro acervo cultural fino humor y buen arte. Sus temas deben convertirse en piezas de consulta obligatoria para que quienes hacen nuestra música respeten su legado y el de los que, como él, enaltecen la cultura cubana.