No a la violencia contra los infantes.

En Cuba el nacimiento de un niño siempre es y será motivo de felicidad para las familias. Desde el momento en que el especialista en ginecología informa a la madre de la concepción del hijo se perciben destellos de alegría, a unos se les salen las lágrimas por la emoción y otros ríen o se abrazan.

Para la madre, sentir en su vientre los primeros movimientos del feto, es razón para empezar a amar a ese pequeño ser que desde sus entrañas cobra vida e inspira en el hogar a renovar espacios y generar ideas que giren en torno a su bienestar. También las instituciones de salud se ponen en función de la gestante para garantizar el éxito del embarazo.

Desde la experiencia personal disfruto a plenitud cada momento junto a mi pequeño hijo. El tiempo no tiene límites, cada minuto se hace más necesario para compartir nuestras vidas. Él es la luz que ilumina mis días entre travesuras, juegos, besos, abrazos y sobre todo cuando me susurra la frase que más me satisface escuchar de sus pequeños labios: te amo.

En medio de esta cotidianidad que me rodea hay instantes en que me detengo a pensar en los cerca de 300 millones de niños de 2 a 4 años que en el mundo (3 de cada 4) son víctimas de algún tipo de violencia, según datos estadísticos revelados por la Organización de Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF.

El maltrato físico y psicológico, la violencia sexual, el trabajo forzado, víctimas de la guerra y el inacceso a la educación son algunas de sus manifestaciones más frecuentes, principalmente en países del continente africano, Oriente Medio y América Latina y el Caribe.

Ante esta situación reflexiono sobre la poca influencia que ejercen algunos gobiernos para erradicar el mal. Existe la Convención Internacional de los Derechos del Niño, que dictamina con claridad las obligaciones de los Estados en relación al tema, pero no todos aplican lo reglamentado.

En el documento se reconocen las obligaciones de derechos humanos de eliminar la violencia contra los niños y niñas, lo cual se ha intensificado con su adopción y ratificación casi universal.

Sí, es cierto que existen este y otros documentos jurídicos pero falta la voluntad gubernamental. A diferencia de esos países, en Cuba sobra el interés por proporcionar la felicidad a los niños y las niñas. Aquí cada entorno se convierte en un paraíso mágico que los bautiza como reyes y reinas. Sus sonrisas se esparcen para contagiar con la alegría a todos los que les rodean.

En esta tierra miramos a los pequeños con los ojos del corazón y ese es el motivo por el cual concibo a mi hijo como un príncipe encantado, que es el fiel protagonista de mis sueños, desvelos y esperanzas. Así sucede a mi alrededor, porque en cada hogar se defiende la máxima martiana: “Los niños nacen para ser felices”.(adm)

Arlenis Silva Díaz

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *