Medidas en el país ante situación coyuntural.

Soy graduado con título de oro de “botellero”, con másteres sobresalientes en todas las carreteras de la isla. Incluso estuve motivado a redactar un manual para auxiliar a novatos en estas lides con algunos “truquitos” infalibles para poder salir airoso de esos estresantes momentos.

He comentado en broma a mis amigos que si muero quiero que mis cenizas sean esparcidas a los cuatro vientos en honor a esos sitios donde he estado esperando que algún carro pare y en los cuales he invertido una buena parte del tiempo de mi vida. Que mi espíritu levite en esa vastedad y ampare a los necesitados.

Tengo aval suficiente para hablar del asunto de marras, principalmente sobre lo que estamos viendo en los últimos días en los puntos de embarque, ubicados en las salidas de los pueblos, paradas, orillas de caminos y veredas.

Muchas veces vi pasar los autos enceguecidos y raudos sin mirar para el lado. Principalmente los que pertenecen a empresas estatales, los que paga y mantiene el gobierno, para los cuales debería ser obligatorio, detenerse y llevar al viajero.

No siempre hemos sido tan solidarios. El irrespeto a los inspectores era cosa común. Numerosos medios de transporte se escabullían en presurosa desbandada sin socorrer al prójimo.

Guaguas, camiones, autos estatales, algunos incluso de dirigentes, pasaban fugaces, “inadvertidos”, mientras la gente estiraba la mano en balde para tratar de seguir camino.

Esto no es nuevo. El problema del transporte es tema añejo, con sus picos y sus simas y lo actual demuestra que apelando al sentido común, a la conciencia, no siempre se logra en todos el efecto deseado. Fue necesaria mayor severidad.

Concuerdo con el rigor que está teniendo la aplicación de las orientaciones gubernamentales sobre el transporte y la necesidad de cooperación total para ayudar al traslado de personal.

Elogio a los que siempre socorrieron. Pero, a los otros, los que aún se remuerden por tener que dar cobija en ¿su carro? al transeúnte, les toca ahora acatar las disposiciones, esas que se esfuerzan en hacer cumplir por estos días en las paradas de Cuba inspectores y agentes del orden.

Hace falta que esta rectitud de hoy se haga cotidiana, perdure, no se resquebraje con los días, no pierda fuerza cuando los tiempos mejoren y sea respetada siempre por todos, empezando por los que predican.

Esa no será la solución definitiva al problema del transporte en el país, pero sí representa una ayuda que se agradece.

Yo soy “botellero”, sé lo que es estar al sol al borde del camino y sacar la mano sin éxito a cuanto artefacto rodante pase por el lado, conozco de la ansiedad, del desespero, de la fatiga…por eso creo que hay cosas en esta coyuntura que no debieran ser coyunturales. (BSH)

Carlos Luis Molina Labrador

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